En los últimos años, la industria de las saunas ha experimentado un verdadero auge: las saunas finlandesas clásicas conviven con nuevas cabinas de infrarrojos, y cada gimnasio o spa ahora ofrece esta “nueva ola” de sudoración. Pero, ¿qué es realmente mejor para tu salud: la sauna tradicional o la infrarroja? Analizamos la cuestión desde la fisiología, la cardiología y la dermatología.
¿Cuál es la diferencia entre la sauna infrarroja y la tradicional?
La sauna tradicional (o sauna finlandesa) calienta piedras mediante fuego o electricidad, y las piedras a su vez calientan el aire. Las temperaturas pueden alcanzar entre 65 y 105 °C, generando calor seco intenso y provocando un sudor abundante.
Las saunas infrarrojas funcionan de manera diferente: paneles especiales de cerámica o metal emiten luz infrarroja que calienta directamente el cuerpo, no el aire circundante. Por ello, la temperatura es más baja —38–74 °C—, pero la sensación de calor y sudor es similar.
Ambos tipos de sauna mejoran la circulación, favorecen la relajación y la recuperación. Sin embargo, existen matices importantes a tener en cuenta.
El corazón agradece la sauna tradicional
Estudios a largo plazo, incluyendo una investigación finlandesa de gran escala durante 20 años, han demostrado que el uso regular de la sauna tradicional reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares y aumenta la supervivencia general.
“La sauna infrarroja provoca un aumento menor de la temperatura corporal y, por lo tanto, tiene menos impacto sobre el sistema cardiovascular”, señala el profesor Christopher Minson de la Universidad de Oregón. En otras palabras, para la salud del corazón, es mejor optar por una sauna tradicional de mayor temperatura o combinarla con un baño caliente.
La piel agradece la sauna infrarroja
Aunque la sauna tradicional es excelente para el corazón, aporta poco a tu piel. El sudor consiste casi completamente en agua y sal, no en toxinas. La luz infrarroja penetra más profundamente, estimulando la circulación, el colágeno y la elastina, ayudando a limpiar los poros, combatir el acné, mejorar la elasticidad de la piel y reducir la pigmentación.
“Si tu objetivo es tener una piel radiante y saludable, la sauna infrarroja ofrece más beneficios que la tradicional”, explica la dermatóloga Dara Spearman.
¿Y qué pasa con los músculos y la recuperación?
Las saunas infrarrojas a menudo se promocionan como capaces de penetrar más profundamente en los músculos que la sauna tradicional, lo que supuestamente favorece la recuperación y la flexibilidad. En la práctica, casi no hay evidencia de ello. Según los expertos, el efecto de calentamiento profundo en los músculos está exagerado por el marketing. Los beneficios de la sauna infrarroja en este aspecto probablemente se limitan a los tejidos superficiales.
Conclusión: ¿cuál es la mejor para ti?
- La sauna tradicional es ideal para quienes buscan cuidar su corazón y disfrutar de un calor intenso y sudoración abundante.
- La sauna infrarroja es perfecta para principiantes y para quienes desean mejorar la piel y acostumbrarse gradualmente a la sauna.
Como señala el profesor Minson: “Cualquier actividad que contribuya al menos parcialmente a mejorar la salud ya vale tu tiempo”. Incluso si eliges una cabina infrarroja en lugar de una sauna finlandesa, sigue siendo mejor que no hacer nada.

