¿Te encanta el sushi, el pescado a la parrilla o los restaurantes de pescado? Entonces prepárate, porque la verdad sobre lo que realmente tienes en tu plato puede sorprenderte. Cada pescado, no importa cómo se vea en el menú, probablemente esté lleno de mercurio y otros metales pesados. Esto no es un mito ni un cuento, sino una dura realidad de la que no puedes escapar ni con un poco de salsa de soja.
¿Te encanta el sushi, el pescado a la parrilla o los restaurantes de pescado? Entonces prepárate, porque la verdad sobre lo que realmente tienes en tu plato puede sorprenderte. Cada pescado, no importa cómo se vea en el menú, probablemente esté lleno de mercurio y otros metales pesados. Esto no es un mito ni un cuento, sino una dura realidad de la que no puedes escapar ni con un poco de salsa de soja.
¿Cómo pasó esto? Todo tiene que ver con la biomagnificación, un proceso donde sustancias tóxicas como mercurio, plomo y cadmio se acumulan en el pescado. Cuanto más arriba esté el pez en la cadena alimenticia, más toxinas acumula. Por ejemplo, tiburones, peces espada o atunes son los VIPs de esta fiesta tóxica. Comen peces más pequeños que ya contienen estos metales, y así el mercurio se acumula en sus cuerpos como los rumores en un pueblo pequeño. No es una idea agradable, ¿verdad?
¿Y qué pasa con los peces más pequeños? Las especies pequeñas como las sardinas o los anchoas son casi santas. Están en la base de la cadena alimenticia y no tienen tiempo para acumular tantas toxinas. Pero, seamos honestos, ¿quién realmente las disfruta solo por su sabor?
Si aún quieres disfrutar del pescado, es importante saber cuál eliges. Por ejemplo, el salmón salvaje puede contener sustancias nocivas, mientras que el salmón de piscifactoría o la tilapia tampoco son perfectos, ya que a menudo se les alimenta con antibióticos y aditivos. Sí, pueden contener menos mercurio, pero ¿quién sabe qué más tienen? Si compras pescado de granjas, busca aquellos con certificaciones ASC o MSC, ya que al menos intentan controlar la calidad.
Pero aquí está el truco: no te excedas. ¿Dos porciones de pescado grande a la semana? Está bien. ¿Más? Es una apuesta, donde tu premio podría ser mercurio o aditivos no deseados. Se recomienda especialmente que las mujeres embarazadas y los niños eviten los grandes peces—no son aptos para ellos.
Entonces, ¿qué deberías comer? Sardinas, bacalao de aguas limpias—esas son tus apuestas seguras. Y con el pescado de piscifactoría, no te apresures, a menos que sepas exactamente qué le han dado de comer.
No ignores lo que comes. No solo arriesgas tu salud, sino también tu estado de ánimo al comer algo que no esperabas.
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