Hay una frase que seguro has oído (y tal vez hasta hayas dicho): "Todo está bien, de verdad".
Hay una frase que seguro has oído (y tal vez hasta hayas dicho): "Todo está bien, de verdad".
Ajá. Claro. Justo en ese momento, estabas mirando al techo, tomando el tercer café de la noche e intentando recordar por qué habías puesto la alarma para la mañana. Y ahí está: la magia de la negación. Porque, hermano, si te dices a ti mismo que todo está bien cuando todo en tu mundo interno está a punto de estallar, es hora de que conozcas los seis tipos de mentiras que te cuentas a ti mismo.
Estás convencido de que eres un buen tipo. Y de verdad, no gritas, no rompes platos, no bebes cada noche, ¿verdad? Pero si tu novia lleva tres semanas triste, tus amigos han desaparecido de radar y tú mismo no recuerdas la última vez que te reíste a carcajadas… ¿quizás has herido a alguien sin darte cuenta? Esta versión no encaja con tu imagen de buen chico, así que simplemente la ignoras. La bloqueas. Como el spam en el correo. Solo que esto no es spam, es la realidad.
"Honestamente, lo olvidé." Tal vez esto sea cierto: estrés, falta de sueño, cafeína crónica. O tal vez tu cerebro te haya protegido de una información incómoda. Como la fecha de tu aniversario, en la que otra vez olvidaste comprar flores. O el hecho de que prometiste ir al gimnasio con un amigo, pero te quedaste en casa con pizza y una serie. El olvido puede ser tu escudo. No siempre intencional. Pero aún así, un escudo.
Cuentas una historia en la que todo tiene sentido y tú eres casi el héroe. Pero tu versión de los hechos, de alguna manera, no coincide con la realidad. ¿Por qué no entregaste el informe a tiempo? "Mi computadora se bloqueó." ¿Por qué olvidaste llamar a tu madre? "Fue un día infernal." No mientes. Simplemente... editas un poco la realidad. Como un director de tu propia película. Solo que el público eres tú. Y crees en esa versión, porque es más fácil vivir así.
Pasaste por momentos duros. Alguien te dejó. Alguien te traicionó. Algo salió muy mal. Pero decidiste no pensar en ello. Y está bien, ¿para qué remover el pasado? El problema es que esas cosas no desaparecen. Simplemente se van al sótano de tu psique, donde se mezclan con otros fantasmas. Y algún día regresan, en forma de irritabilidad, insomnio o ataques de pánico sin motivo alguno.
Estás al límite. No duermes bien, estás nervioso, todo te molesta, pero sigues cargando con todo: trabajo, responsabilidades, préstamos, relaciones, el perro, la moral del país. Porque si te detienes, significa que has perdido. Pero no es así. Simplemente estás negando que ya estás ardiendo. Lo más raro es que esta negación puede parecer fuerza. Aunque, en realidad, es un grito de ayuda.
Sabes que, si empiezas a investigar más a fondo, toda la estructura de tu vida podría romperse. Así que… silencio. No preguntas por qué ella no quiere estar contigo. No lees los mensajes de ese amigo que "solo quiere hablar". No miras tu cuenta bancaria. Porque, demonios, si no lo sabes, entonces no existe, ¿verdad?
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