La resaca es como un impuesto por la diversión. Pero ese impuesto no lo pagan los que activaron el cerebro antes de encender los grados. Puedes quedarte tirado bajo las sábanas con dolor de cabeza como un caballero sin cabeza, o puedes ser ese tipo listo que no le dio ni una oportunidad a la resaca.
La resaca es como un impuesto por la diversión. Pero ese impuesto no lo pagan los que activaron el cerebro antes de encender los grados. Puedes quedarte tirado bajo las sábanas con dolor de cabeza como un caballero sin cabeza, o puedes ser ese tipo listo que no le dio ni una oportunidad a la resaca. Tú decides, hermano. Aquí van ocho reglas simples pero geniales para beber y seguir siendo humano.
Si crees que beber con el estómago vacío es “de hombres”, piénsalo otra vez. Un tentempié rico en proteínas antes de la fiesta es como un chaleco antibalas para tu hígado. Tortilla, carne, queso: gran elección. Eso ralentiza la absorción del alcohol y alarga la fase divertida sin sufrir después. Pero ojo: la comida se digiere, la protección se debilita. Así que picotea antes y durante.
¿Cócteles con gaseosa? Suena inocente, pero esas burbujas son tus peores enemigas. Aceleran el alcohol en tu sangre como si llevaran turbo. Resultado: por la noche eres Superman, y por la mañana un vegetal. ¿Quieres mezclar? Mejor jugo de frutas o agua sin gas. No seas el que pidió ron con cola y luego maldijo la existencia.
El alcohol te seca por dentro como el Sahara. Y deshidratación = resaca. Solución: hielo en el vaso y tragos de agua entre copas. Una copa = tres tragos de agua. Repítelo como un mantra. Y al llegar a casa, mínimo dos vasos de agua. Por la mañana te lo vas a agradecer.
No comas papas fritas, cosas picantes o champiñones: solo cargan el estómago. Mejor opta por comida ligera y con proteína: queso, camarones, frutas, verduras. Esa es tu armadura. Cuanto más lleno estés, mejor enfrentarás el amanecer. Recuerda: las fiestas van y vienen, pero hígado solo tienes uno.
Existe un mito: “de cerveza al licor, desastre; al revés, todo bien”. Pero la verdad es más simple: el alcohol oscuro (bourbon, vino tinto, tequila) golpea más fuerte porque tiene más congéneres. Mejor elige ginebra, vodka, vino blanco o ron: son más suaves. Y si vas a mezclar, empieza por lo fuerte y termina con lo suave. Así tu cuerpo tiene tiempo de procesarlo todo y no naufraga en un mar de alcohol.
¿Perdiste la cuenta de los tragos? Perderás también la dignidad. Solución: anota en el móvil cuántos llevas. Es una forma fácil de ponerle freno antes de que sea tarde. Y recuerda: “Estoy sobrio” no vale cuando ya llevas cinco cócteles.
No eres James Bond. Beber para calmarte es mala idea. Mejor respira, da un paseo, relájate antes de la fiesta. Así el alcohol no será tu antidepresivo y no terminarás como filósofo llorón en la cocina. La diversión es cuando tú controlas la situación, no al revés.
Si no has dormido bien, ni el agua bendita te salva. Duerme bien antes y después. ¿Llegaste tarde? Date el lujo de dormir más, pero sin convertirte en zombi. 7–8 horas de sueño y estás listo otra vez. Antifaz, cortinas cerradas, ventana abierta, vaso de agua al lado — y eres un campeón.
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