En 1930, el gran economista John Maynard Keynes predijo que para el final del siglo, el progreso tecnológico nos permitiría trabajar solo 15 horas a la semana. El mundo esperaba una utopía donde el trabajo ocupara un espacio mínimo en la vida, liberando tiempo para hobbies personales y creatividad. Pero, ¿qué ocurrió realmente? La tecnología sí avanzó, pero en lugar de una semana laboral de 15 horas, ahora trabajamos más, y la vida cada vez se siente como una carrera interminable.
En 1930, el gran economista John Maynard Keynes predijo que para el final del siglo, el progreso tecnológico nos permitiría trabajar solo 15 horas a la semana. El mundo esperaba una utopía donde el trabajo ocupara un espacio mínimo en la vida, liberando tiempo para hobbies personales y creatividad. Pero, ¿qué ocurrió realmente? La tecnología sí avanzó, pero en lugar de una semana laboral de 15 horas, ahora trabajamos más, y la vida cada vez se siente como una carrera interminable.
Si observamos el mundo de hoy, veremos que la automatización ha alcanzado niveles increíbles. Máquinas y algoritmos pueden realizar tareas que antes tomaban días y semanas de trabajo humano. Sin embargo, en lugar de reducir las horas de trabajo, ocurrió lo contrario: un aumento en el empleo en sectores que, a menudo, parecen, por decirlo suavemente, sin sentido.
Keynes no previó el enorme auge del consumo que barrió al mundo después de la Segunda Guerra Mundial. A la gente se le dio la opción de elegir entre menos horas de trabajo y adquirir más bienes y servicios. Y la mayoría eligió lo segundo. A primera vista, esto parece razonable: al fin y al cabo, ¿quién rechazaría nuevos iPhones, zapatillas de moda o entrega de sushi? Pero esta explicación solo toca la superficie.
En el último siglo, hemos visto un descenso en los trabajos de sectores tradicionales: industria, agricultura y servicios domésticos. Estas actividades fueron automatizadas, tal como predijo Keynes. Pero, ¿adónde fue esa "fuerza laboral ahorrada"? No vimos una reducción masiva en las horas de trabajo. En su lugar, surgieron nuevas industrias, no directamente relacionadas con la producción de algo esencial para la vida.
Los informes de empleo en EE.UU. entre 1910 y 2000 muestran que el número de personas empleadas en servicios, administración, trabajo de oficina y ventas se triplicó. Servicios financieros, marketing, recursos humanos, relaciones públicas, derecho corporativo, todos estos sectores se han inflado a proporciones increíbles. Y el problema no es que existan, sino que muchas personas que trabajan en estos sectores no ven sentido en su trabajo. Les parece inútil. Trabajar más de 40 horas a la semana en roles que no brindan satisfacción personal ni aportan un beneficio tangible a la sociedad, ese es el "daño moral" del que hablan los estudiosos.
La sociedad moderna gira en torno a la idea de productividad. Estamos tan acostumbrados a trabajar que, incluso cuando la tecnología ofrece alivianarnos la carga, se nos asignan nuevas tareas. Hay reuniones, informes y proyectos innecesarios que no son necesarios pero se esperan.
Estamos rodeados de servicios que existen únicamente para apoyar a otros servicios. Algunas personas trabajan para crear productos innecesarios, otras para venderlos o mantenerlos. Esto no es solo un problema estructural económico, sino que desafía nuestra comprensión del significado del trabajo.
Parece que, en cierto nivel, la sociedad ya ha aceptado esta realidad paradójica. Muchos de nosotros estamos tan inmersos en el trabajo que no nos damos cuenta de que se ha convertido en un fin en sí mismo. Hay muchas justificaciones: ganar un salario, el estatus, el miedo a perder el empleo, el deseo de ser útil. Pero si lo piensas bien, ¿puede esta situación ser sostenible a largo plazo?
En su día, Keynes predijo un futuro brillante en el que la tecnología liberaría a las personas del trabajo rutinario. Pero la utopía nunca llegó. Y quizás la pregunta principal sea: ¿realmente la queremos? Los sistemas de empleo modernos están vinculados al consumo y al deseo de poseer nuevas cosas, no a la reducción de horas laborales. Resulta que hemos elegido trabajo extra en lugar de obtener la libertad y disfrutar de la vida.
La tecnología nos ha dado todas las herramientas para reducir las horas de trabajo. La única pregunta es: ¿estamos listos para dejar trabajos inútiles y realmente liberarnos del trabajo innecesario?
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