Hoy en día está de moda tratar a la inteligencia artificial como si fuera una especie de juez supremo. Le haces una pregunta, responde algo medio convincente y ya está: “¿Ves? Hasta la IA me da la razón”. Pero la verdad es que usar la IA como árbitro en una discusión es una tontería monumental.
Hoy en día está de moda tratar a la inteligencia artificial como si fuera una especie de juez supremo. Le haces una pregunta, responde algo medio convincente y ya está: “¿Ves? Hasta la IA me da la razón”. Pero la verdad es que usar la IA como árbitro en una discusión es una tontería monumental.
Empecemos por lo básico: la IA no razona. No analiza, no reflexiona, no tiene ideas. Lo que hace es procesar tu pregunta y escupir la respuesta que estadísticamente parece más probable, según un mar de datos que tiene almacenado. En otras palabras, solo repite cosas que ha leído, aunque lo diga con voz de experto.
¿Sirve para verificar datos? A veces, sí. Pero ojo: la IA no te da hechos, te da enlaces. ¿Y qué hay detrás de esos enlaces? Puede ser algo serio o puede ser puro humo. Un tiro al aire.
Parece obvio, pero muchos lo olvidan: los modelos de lenguaje no tienen conciencia. No tienen opiniones ni valores. Son algoritmos y estadísticas. Esperar que la IA te dé una opinión propia es como preguntarle a una tostadora si prefiere el jazz o el rock.
Cuando intentas debatir con IA usando argumentos reales, siempre pierde. Porque no está hecha para discutir: está hecha para mezclar y recombinar frases. Útil como herramienta creativa, sí. Pero como oponente serio, no sirve.
Veo cada vez más gente que cita a ChatGPT como si fuera un oráculo. “Lo dijo la IA, así que es verdad”. Para mí, eso es una señal clara de pereza mental. Gente que ya no quiere pensar por sí misma. A esas personas yo simplemente las bloqueo. No por arrogancia, sino porque ya no están en la conversación real.
Si le entregas a la IA tu capacidad de pensar, analizar, crear y decidir, te estás apagando. Tu cerebro se está oxidando mientras tú solo observas cómo la máquina te reemplaza.
Seamos justos: la IA es buenísima para tareas simples. Organizar una lista, escribir un email, resumir un texto. Perfecto. Pero cuando sube la densidad del contenido, la IA empieza a tambalear. ¿Un ensayo profundo? ¿Una reflexión con sentido? No lo esperes.
La IA también fracasa al priorizar. No distingue lo esencial de lo secundario si no le das instrucciones claras. Y la mayoría de la gente ni sabe lo que quiere.
Algunos programadores no dejan de hablar del “superinteligente”. ¿La verdad? Es puro marketing. No existe ni un solo camino real hacia una inteligencia comparable a la humana. La IA actual simula que piensa, pero apenas rascas un poco… se cae.
Y no es por falta de potencia. Es un límite del sistema. No se puede crear conciencia con probabilidad estadística. Fin de la historia.
Si quieres que la IA te sirva, tienes que saber para qué sirve y para qué no. Por ejemplo, en programación es una bestia: código claro, lenguaje formal, reglas estrictas. Ideal para una máquina.
Pero escribir un texto original y con alma? Ni de broma. La IA puede copiar un estilo, sí. Pero no te va a construir un argumento con lógica, intención y profundidad.
Y como el 99% de la gente ya ni lee ni escribe más allá de un tuit, les parece que cualquier texto generado por IA es bueno. Es como alguien que siempre escuchó música por el altavoz del celular diciendo: “¡Esto suena increíble!”
La IA es una herramienta poderosa. Pero eso: una herramienta. No es tu mentor, ni tu conciencia, ni tu juez. Si dejas de pensar por ti mismo, la IA no te va a salvar. Solo va a acelerar tu decadencia mental.
¿Quieres crecer de verdad? Entonces piensa, duda, crea y cuestiona. Y si quieres contenido con cabeza y sin depender de un robot, pasa por menscult.net. Ahí no imitamos pensamiento. Lo generamos.
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