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DINERO

¿Por qué hay Gucci en cada centro comercial si la gente no tiene ni para comer?

La escena es conocida: una mujer con bolso Louis Vuitton caminando por calles destrozadas. Un tipo con gorra Dior esperando el bus, sin un dólar en el bolsillo. Parece un chiste, pero no lo es. Es una estrategia calculada — y una muy rentable.

La escena es conocida: una mujer con bolso Louis Vuitton caminando por calles destrozadas. Un tipo con gorra Dior esperando el bus, sin un dólar en el bolsillo. Parece un chiste, pero no lo es. Es una estrategia calculada — y una muy rentable.

Aquí va la verdad sobre por qué los países más pobres están llenos de marcas de lujo, y cómo evitar ser otro cartel publicitario andante de una ilusión que no es tuya.

El lujo en la pobreza no es absurdo. Es una estrategia de negocio.

Según Bloomberg (2024), las ventas de lujo crecen tres veces más rápido en países con un PIB per cápita inferior a 5.000 dólares que en los ricos. ¿Por qué?

Porque en lugares donde hay carencia real, el estatus importa más que la lógica. Las marcas lo saben: quien no tiene mucho, quiere al menos aparentar que pertenece a algo mejor. No compras calidad ni funcionalidad — compras una imagen de éxito.

No compras una camiseta — compras la ilusión de que tú “no eres como los demás”.

No compras productos. Compras una ilusión.

Según McKinsey (2025), más del 60 % de los compradores de lujo en países en desarrollo lo hacen a crédito. Saben que se van a endeudar. Pero el logo no es solo un diseño, es un símbolo.

Dice: yo soy distinto, yo estoy por encima.

Aunque la cartera esté vacía — igual que la cuenta bancaria.

No eres un cliente. Eres un anuncio con piernas.

En África, América Latina y Asia Central, las marcas de lujo bajan a propósito la barrera de entrada: perfumes pequeños, cinturones con logo, gorras con branding. No están pensados para ricos.

Están pensados para ser vistos.

Según The Guardian (2024), estos productos no buscan exclusividad, sino presencia viral. Que el logo esté en cada selfie, en cada esquina, en cada centro comercial.

No es lujo. Es marketing viral.

Y tú caminas por ahí haciendo publicidad gratis.

Vestido como millonario. Viviendo como esclavo del crédito.

Si en tu país la pensión es de 100 dólares, pero alguien lleva una chaqueta Balenciaga de 2.000, eso no es moda — es desesperación. Es el grito silencioso de: si me visto como rico, quizás algún día me escape de aquí.

Según Harvard Business Review (2024), el lujo en los países pobres no representa éxito, sino una esperanza disfrazada. No se compra un objeto — se compra una salida imaginaria.

Pero el único que realmente “sale” es el accionista en París o Milán.

Cómo no ser el idiota con deudas en Dior

Tu plan de defensa contra la trampa del lujo:

  • Un logo no te hace parte de la élite. Si tienes que mostrarlo, no lo eres.

  • Pregúntate: ¿quieres esa prenda o quieres que los demás la vean? La diferencia lo dice todo.

  • No creas en la religión del “parecer exitoso” — eso es un problema de países pobres. En los ricos, el verdadero dinero no hace ruido.

  • Compra de segunda mano o invierte en algo que te dé retorno real: un curso, un negocio, una habilidad.

  • Nada más ridículo que caminar por calles rotas con zapatillas de 1.000 dólares.

Conclusión: Las marcas de lujo conocen tu debilidad mejor que tú

No son tontas. Saben que cuanto más pobre eres, más fuerte es tu deseo de aparentar riqueza. Y construyen su imperio sobre eso.

Tú crees que estás subiendo de nivel.
Ellos piensan: otro más que cayó.

Mientras tú te endeudas por un bolso, alguien en Ginebra brinda por las ventas récord en Lagos, Bishkek o Lima.

¿Lujo real? Es poder permitirte esas cosas sin preocuparte por mañana.
Todo lo demás no es riqueza — es solo una máscara más que cargas cada día.

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