Seamos sinceros: la soledad no es algo de lo que nos guste hablar tomando una cerveza o en el gimnasio. Estamos condicionados a verla como algo malo, vergonzoso, de lo que hay que huir. Pero aquí está la paradoja: la soledad es parte de ser humano.
Seamos sinceros: la soledad no es algo de lo que nos guste hablar tomando una cerveza o en el gimnasio. Estamos condicionados a verla como algo malo, vergonzoso, de lo que hay que huir. Pero aquí está la paradoja: la soledad es parte de ser humano.
Todos hemos pensado alguna vez: “Si bajo de peso, encuentro a la pareja perfecta o me mudo a otro país, este sentimiento desaparecerá.” Pero la verdad es que ningún cambio externo puede curar la soledad.
Entonces, ¿qué hacer? La respuesta es simple: hazte amigo de la soledad.
Cuando dejes de verla como un enemigo, puede convertirse en tu aliada. En los momentos de soledad nacen las ideas más atrevidas y surgen conversaciones honestas contigo mismo. La soledad es tu oportunidad para descubrir quién eres realmente, sin distracciones ni influencias externas.
En lugar de huir, pregúntate: “¿A qué le temo? ¿Por qué trato de llenar este vacío?” Las respuestas podrían sorprenderte. Quizás te des cuenta de que la soledad no es un enemigo, sino tu mejor maestro.
Así que la próxima vez que sientas su presencia, no huyas. Invítala a tomar un café. Puede que descubras que es más fácil ser tú mismo.
Porque un hombre verdadero no teme enfrentarse a su alma a solas.
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