Muchos piensan que la infelicidad es un grito fuerte que no puede pasar desapercibido. Pero en realidad, a menudo llega de forma silenciosa, imperceptible, y poco a poco se convierte en tu costumbre.
Muchos piensan que la infelicidad es un grito fuerte que no puede pasar desapercibido. Pero en realidad, a menudo llega de forma silenciosa, imperceptible, y poco a poco se convierte en tu costumbre. Lo que al principio parecía insoportable, con el tiempo se vuelve una norma gris. Incluso puedes convencerte de que te sientes cómodo así — en este mundo gris que hace tiempo dejó de darte alegría.
Nuestro cerebro sabe adaptarse a cualquier condición, incluso si nos hace daño. Esto ayuda a sobrevivir, pero a veces se convierte en una trampa: te quedas atrapado en patrones que no funcionan, y los hábitos de infelicidad se vuelven parte de ti, no solo un dolor temporal.
Si quieres salir de este estancamiento, empieza por hacer una autoevaluación. Aquí tienes 5 señales de que ya has hecho de la infelicidad tu hábito.
Te sorprendes respondiendo así, aunque dentro sientas un huracán de emociones y cansancio. Esta frase es tu barrera. Te alejas de ti mismo y de los demás porque enfrentarte a ti es difícil y da miedo. Pero si siempre dices “estoy bien”, tu cerebro empieza a creer en esa ilusión, y los verdaderos sentimientos quedan en la sombra.
El día comienza con el teléfono, cinco minutos de silencio — y ya estás en las redes sociales. Pero no es por comunicarte o divertirte — sino para no quedarte a solas contigo y tus pensamientos. Ese desplazamiento infinito es un intento de huir de la ansiedad y el vacío.
La tienda de campaña, la guitarra, el dibujo, la lectura — todo eso que alguna vez te iluminó los ojos, ahora acumula polvo en el rincón del “algún día”. De verdad crees que volverás a eso, pero los días pasan y la pasión se va. Así aceptas que la felicidad no es ahora.
Cuando alguien te dice “Bien hecho” o “Te ves genial”, algo se aprieta dentro. Respondes con excusas, te disculpas por tu opinión, e incluso las bromas sobre ti mismo se convierten en autocrítica. Eso no es modestia — es una creencia interna de que no mereces cosas buenas.
Empiezas un diario, un proyecto, pero pierdes el interés rápido. La inspiración se va pronto, y crece la sensación de que no puedes terminar lo que comienzas. Cada vez es más difícil incluso empezar.
Este sitio utiliza cookies para ofrecerte una mejor experiencia de navegación. Al navegar por este sitio web, aceptas el uso de cookies.