Desde fuera, muchos trabajadores ven a los dueños de negocios con una mezcla de envidia e incomprensión. Mientras unos se levantan cada día para cumplir horarios estrictos, otros —los empresarios— parecen vivir en otro mundo: autos caros, vacaciones en playas exóticas y libertad absoluta. ¿Dónde está la justicia en eso?
Desde fuera, muchos trabajadores ven a los dueños de negocios con una mezcla de envidia e incomprensión. Mientras unos se levantan cada día para cumplir horarios estrictos, otros —los empresarios— parecen vivir en otro mundo: autos caros, vacaciones en playas exóticas y libertad absoluta. ¿Dónde está la justicia en eso?
La verdad es que los emprendedores no reciben sus millones como salario por horas trabajadas, sino como compensación por el riesgo extremo que asumen y por su capacidad de crear valor donde antes no lo había.
Mientras que un empleado suele tener un sueldo estable y relativamente predecible, un emprendedor opera sin red de seguridad. Nadie le garantiza resultados. Invierte su propio dinero, su tiempo, su reputación, y puede perderlo todo.
Por eso, cuando el proyecto tiene éxito, las ganancias no solo reflejan ese logro puntual, sino también todos los fracasos previos, los intentos fallidos, y en muchos casos, las derrotas de otros competidores que no llegaron a la meta.
El emprendedor no se enriquece porque “trabaja menos y gana más”, sino porque logra construir algo que funciona: un sistema, una estructura, un equipo, una solución. Algo que no existía antes, y que ahora genera ingresos, empleos, y oportunidades.
Pero antes de eso, ha vivido años de:
Fracaso tras fracaso
Pérdidas económicas
Altos niveles de estrés
Horas de esfuerzo no remunerado
Hay una razón por la que un depósito bancario seguro apenas rinde por encima de la inflación: porque no hay riesgo. En cambio, emprender un negocio implica una probabilidad altísima de perder todo. Y precisamente por eso, el que triunfa gana tanto: porque está recibiendo la recompensa acumulada de todos los que no lo lograron.
Antes de ver los millones, muchos emprendedores pasan por todo esto:
Buscar ideas: en libros, conversaciones, internet, en la vida real
Estudiar, experimentar, fallar, volver a intentar
Hablar con inversores, pedir favores, construir relaciones
Diseñar un producto, armar un equipo, lanzar campañas
Invertir dinero propio en vez de gastarlo en ocio
Renunciar al tiempo libre sin garantías
Aprender de todo: ventas, finanzas, leyes, gestión
Resolver problemas aburridos, técnicos o complejos
Tomar decisiones difíciles en soledad y sin apoyo
Todo esto sin un sueldo fijo y sin saber si alguna vez verán resultados.
Los millones que ganan algunos emprendedores no son una casualidad, ni tampoco un premio por ser “más listos”. Son la recompensa por tomar riesgos reales, por crear valor y por no rendirse cuando todos los demás prefirieron seguir el camino seguro.
Así que la próxima vez que veas a alguien triunfando, en vez de decir “tuvo suerte”, quizá debas preguntarte:
¿Estaba dispuesto yo a hacer lo mismo?
Este sitio utiliza cookies para ofrecerte una mejor experiencia de navegación. Al navegar por este sitio web, aceptas el uso de cookies.