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Por qué quejarse de la vida es perjudicial y cómo tomar el control

No hay persona en el mundo que nunca se haya quejado de algo. Todos tenemos días malos, expectativas no cumplidas y una serie de fracasos molestos.

No hay persona en el mundo que nunca se haya quejado de algo. Todos tenemos días malos, expectativas no cumplidas y una serie de fracasos molestos.

Sin embargo, hay una diferencia entre un murmullo silencioso para uno mismo con un toque de autoironía y un flujo continuo de quejas dirigidas a un oyente externo.

Para algunas personas, el papel de quejica se convierte en una segunda naturaleza. Incluso un amigo cercano o un pariente puede llegar a ser un invitado no deseado.

Por qué la gente se queja

Primero, veamos las razones por las cuales las personas se quejan de la vida. Estas se pueden dividir en dos grandes grupos: psicológicas y emocionales. Nadie intenta crear intencionadamente una imagen negativa.

Sin embargo, los quejicas a menudo son percibidos de esa manera. Al principio, estás dispuesto a escuchar, ofrecer consejo o mostrar empatía, pero eventualmente se vuelve agotador. Sientes que te están utilizando, y eso es lo que sucede.

Buscando simpatía

Las personas a menudo se quejan a amigos o familiares para obtener simpatía. El sentimiento desagradable de decepción, que envenena la vida, exige validación.

Quieres estar seguro de que no es solo un capricho, sino una verdadera tragedia. Esto lleva a buscar opiniones de los demás. Naturalmente, las personas cercanas suelen estar predispuestas y listas para jugar el papel.

Una mirada comprensiva, un suspiro pesado, una palabra amable: expresan apoyo y tratan de ayudar. El resultado es el contrario.

El quejica no necesitaba apoyo o ayuda, buscaba y encontró confirmación de la miseria de su situación.

Atrayendo la atención

Quejarse es una forma sencilla de atraer la atención, de convertirse en el centro del mundo o al menos de un grupo particular durante un tiempo.

En esos momentos, el problema de una persona se convierte en el problema de todos, y algunas de las personas más empáticas incluso lo toman como algo personal.

Así, el deseo de ser visto y escuchado se convierte en la propagación de negatividad e imponer los problemas propios a los demás.

Buscando cambios

Algunas quejas se explican por la sed de cambios significativos y preferiblemente rápidos. Se abordan temas delicados sobre problemas globales que nadie puede resolver: la desigualdad social, el cambio climático, una sociedad indiferente, políticos corruptos.

Estas quejas pueden tener un origen noble, pero se quedan solo como una razón para interminables discusiones.

Además, la injusticia global es una forma conveniente de ocultar defectos personales como la pereza, la baja cualificación y la indecisión.

Simplemente un hábito

A veces, las personas se quejan por costumbre, eligiendo problemas personales como tema de conversación casual. Se convierte en una conversación sobre uno mismo, construida según ciertas reglas.

El quejica toma una posición de liderazgo, estableciendo los límites y tonos. El interlocutor se ve obligado a considerar esto, evitando temas delicados y bromas inaceptables.

Mientras tanto, la persona que se queja es libre de cambiar las reglas en cualquier momento, esperando plena comprensión de los demás.

Cuándo las quejas pueden ser útiles

No todas las quejas traen negatividad y arruinan la atmósfera en casa o dentro de un grupo. Algunas pueden ser útiles si se mantienen moderadas y constructivas.

Todos están insatisfechos con algo de vez en cuando. Es imposible mantener la insatisfacción o el resentimiento dentro de uno mismo para siempre. Esta emoción exige una salida y puede recibir una respuesta genuina.

Por ejemplo, una queja sobre relaciones tóxicas dentro de un equipo de trabajo, comunicación mal organizada u otros factores molestos hará que la dirección tome el problema en serio, especialmente si el quejica tiene seguidores.

Además, la persona ya no será percibida como un quejica, sino más bien como un héroe revolucionario que actúa en el interés común.

En pocas palabras, una queja puede ser legítima y justificada. En ese caso, no debería ocultarse. Las quejas expresadas a tiempo ayudan a resolver problemas a medida que surgen.

Esto evita malentendidos, suaviza los resentimientos y hace que las relaciones sean más saludables. Después de todo, al quejarse, una persona se abre a la búsqueda de compromisos.

Cómo saber si te quejas demasiado

Las personas generalmente no se dan cuenta de que convierten cada conversación en un torrente de quejas y descontento con todo lo que les rodea. Esto afecta su bienestar personal.

Por un lado, te obliga a ver el mundo en tonos oscuros. Por otro lado, aleja a los demás, que ya tienen suficientes problemas propios. Por lo tanto, es importante notar señales que indiquen que estás exagerando. Primero, presta atención al estado de ánimo general que queda después de una conversación contigo.

Ojos preocupados, ansiosos o cansados de tu interlocutor son una mala señal. Es posible que no solo estés envenenando tu propia vida, sino también la de los demás.

Si no cambias tu enfoque, la comunicación eventualmente se detendrá por completo. Tal vez algunos amigos y familiares ya se han distanciado notablemente, aunque aparentemente no haya una razón obvia.

No has ofendido a nadie, no dudas en devolver el dinero prestado. Sin embargo, las conversaciones consisten en frases monosilábicas, y tus interlocutores parecen distantes. Esto es una señal de cansancio, un intento de esconderse de tus quejas.

También vale la pena mirar hacia adentro y evaluar tu estado moral. La tendencia a quejarse te convierte en un pesimista que no aprecia lo que tiene. La ingratitud cierra muchas puertas, oculta oportunidades y anula perspectivas.

Esto sucede cuando solo se hablan de los problemas, pero no se toman medidas. Parece que no hay salida de la oscuridad envolvente, lo que lleva a una "profecía autocumplida".

Finalmente, el signo más obvio es cuando las personas a tu alrededor te dicen directamente que te quejas demasiado. Esto provoca una reacción aguda, ya que en lugar de simpatía y comprensión, te ofrecen algo completamente diferente.

Cómo controlarse

Para detener el quejarse excesivo, necesitas un reemplazo. Esto debe reflejarse en pensamientos, palabras y acciones. Si el problema es real, concéntrate en encontrar soluciones.

Reemplaza el deseo de simpatía por la búsqueda de consejo. Expresa tus pensamientos y describe las acciones que quieres tomar. A la gente le encanta dar recomendaciones, y seguramente no te negarán.

Lleva luz a la oscuridad. Seguramente tu vida no solo consiste en decepciones y fracasos.

Hay momentos positivos: recuérdalos con más frecuencia y crea nuevas razones para la alegría. Enfocarte en tus fortalezas aumenta la autoestima. Hay cosas que haces bien, por lo que no eres un fracasado. Limita el flujo de negatividad de fuentes externas.

Tal vez tú mismo te has convertido en víctima de un quejica, has adoptado el hábito, copiado la forma de pensar y no entiendes cómo te has convertido en una persona desagradable. Busca inspiración: no hay ejemplos universales aquí.

Algunos la encuentran en la naturaleza, otros en el arte, otros en el deporte. Seguramente encontrarás un camino adecuado. También puedes abordarlo de otra manera. Formula tus quejas por adelantado y busca brevedad y claridad.

La mayoría simplemente desaparecerá, ya que resultarán ser insignificantes o completamente inventadas. Encuentra una fuente de satisfacción y alegría en tu vida, y no habrá más tiempo para quejas. Toda la atención se trasladará a cosas mucho más positivas.

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