¿Cuándo fue la última vez que te alegraste por haber comprado un nuevo smartphone? ¿Y qué hay de esa chaqueta de moda que ahora está acumulando polvo en tu armario? Durante unos días te sentiste feliz, tal vez incluso orgulloso. ¿Y después? Tan pronto como un amigo o colega mostró algo más nuevo y genial, esa alegría desapareció.
¿Cuándo fue la última vez que te alegraste por haber comprado un nuevo smartphone? ¿Y qué hay de esa chaqueta de moda que ahora está acumulando polvo en tu armario? Durante unos días te sentiste feliz, tal vez incluso orgulloso. ¿Y después? Tan pronto como un amigo o colega mostró algo más nuevo y genial, esa alegría desapareció.
Científicos alemanes han descubierto que, en los últimos 50 años, el nivel de vida de los alemanes ha aumentado un 400%. Parece excelente, ¿verdad? Pero aquí está la paradoja: el número de personas que sufren depresión ha aumentado un 38%. La pregunta es, ¿cómo es eso posible?
La respuesta es simple. Vivimos en una era de consumo interminable, donde los nuevos productos y servicios se nos imponen a través de trucos de marketing ingeniosos. Tomemos como ejemplo a Henry Ford, cuyos automóviles cambiaron la cara de América a principios del siglo XX. Creó un sistema revolucionario de producción en masa, y los coches comenzaron a llenar las carreteras. Pronto, el mercado se saturó, las ventas cayeron, y ahí fue cuando los vendedores idearon un truco brillante: comenzaron a hacer que los propietarios de coches antiguos se sintieran inferiores. "¿Por qué conducir un coche viejo cuando hay uno nuevo y mejor?" Así ganaron millones.
Este truco no solo funcionó con los coches, sino también con la ropa, los gadgets y los cosméticos. Algunos ejemplos: las casas de moda lanzan nuevas colecciones cada seis meses, y de repente todos empiezan a hablar de cómo el verde o el pistacho es el color de la temporada. ¿Por qué? Para hacerte sentir incómodo si aún llevas ese suéter rojo del año pasado. Y entonces, vuelves a la tienda.
Los teléfonos que han estado en el mercado solo unos meses se vuelven obsoletos con la llegada de un nuevo modelo. Empezamos a sentir que nuestra vida no es tan "genial" si no tenemos el último iPhone.
Las corporaciones utilizan cantidades colosales de dinero para influir en nuestras mentes. ¡Gastan hasta 500 mil millones de dólares al año en publicidad! Es aproximadamente la misma cantidad que se necesitaría para resolver el hambre mundial. Pero, por supuesto, ¿por qué salvar a las personas cuando se les puede seguir vendiendo chatarra brillante?
Nos estamos convirtiendo en esclavos del consumo, comprando cada vez más, pero la felicidad que obtenemos de ello desaparece cada vez más rápido. La alegría de comprar algo nuevo dura poco, y una vez que alguien muestra algo más nuevo, tu felicidad se desvanece.
Hoy vivimos en un mundo que dicta sus reglas. Pero somos nosotros los que decidimos si caemos en estos trucos o no. Cada compra es una renuncia voluntaria a nuestra libertad. La carrera de consumo es un círculo vicioso del que solo se puede salir con una elección consciente.
Entonces, ¿qué eliges? ¿Ser feliz por un día o ser libre?
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