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8 consejos para comunicarte con quienes siempre ponen en duda tus palabras

Todos conocemos a colegas, amigos o familiares que disfrutan cuestionando lo que decimos. Después de hablar con ellos, te sientes agotado y tu ánimo baja.

Todos conocemos a colegas, amigos o familiares que disfrutan cuestionando lo que decimos. Después de hablar con ellos, te sientes agotado y tu ánimo baja. Pero hay buenas noticias: es posible manejar la situación y mantener la calma. No puedes cambiar el carácter de los demás, pero sí puedes proteger tus nervios y mantener la serenidad.

Aquí tienes 8 estrategias comprobadas para comunicarte con personas que siempre cuestionan todo lo que dices.

No te cargues con las emociones ajenas

Tu interlocutor lleva una especie de “maleta” llena de irritación, rencores y complejos. Te la ofrece, pero tu tarea es no tomarla. Su enojo y negatividad no son tu responsabilidad. Las palabras duras reflejan sus emociones, no las tuyas. Mantén una “pantalla interior” de calma y no tomes los ataques como algo personal.

Elige tus batallas

No vale la pena discutir sobre todo: desde el clima hasta quién cocina mejor la pasta. Hazte tres preguntas:

¿Realmente es importante hablar de esto?
¿Habrá consecuencias si guardo silencio?
¿Debo establecer límites ahora?
Si la respuesta es “no” a todas, sonríe, encoge los hombros o di: “Bueno, cada quien tiene su opinión”. Intervén solo cuando se trate de tus responsabilidades, dinero o límites personales.

Céntrate en los hechos, no en las emociones

Si la conversación es inevitable, evita dejarte arrastrar a disputas. Separa hechos de emociones. Por ejemplo, si un familiar dice: “No sabes hacer nada, mejor ve a comprar”, el hecho es que él no quiere ir; la emoción son los insultos y la irritación. Responde con calma: “¿Me estás pidiendo que vaya a la tienda?” — y la conversación pierde tensión de inmediato.

No adoptes una postura defensiva

Es natural querer justificarse, pero esto te hace “vulnerable”. Mantén un tono calmado: “Entiendo que esto te haya molestado”, “Tenemos puntos de vista diferentes”, “Está bien, que sea así”. No ataques personalmente ni defiendas cada palabra: la calma desactiva la tensión más rápido que cualquier otra reacción.

Establece límites

Hay cosas que no se deben tolerar: gritos, insultos, humillaciones. Usa frases como:

“Hablemos de esto sin gritos ni insultos”
“Déjame terminar y luego tú dices tu opinión”
“Hagamos una pausa y volvamos más tarde”
Si los límites se rompen sistemáticamente, tienes todo el derecho a interrumpir la conversación o distanciarte.

Prueba con la amabilidad

A veces, la agresión puede calmarse con la bondad. Una sonrisa, un cumplido o un pequeño chiste ayudan a relajar la tensión. Por ejemplo: “Hoy discutes con mucha energía”. Lo importante es hablar sin sarcasmo y tener en cuenta el carácter de la otra persona.

Señala lo que está ocurriendo

Si la conversación se convierte en disputa, muestra con cuidado que lo notas:

“Parece que estamos atacando a la persona, no a las palabras”
“Esto ahora se parece a una discusión sin sentido”
“Volvamos a esto cuando estemos más calmados”
Céntrate en lo que ocurre, no en etiquetar al interlocutor.

Usa preguntas y pausas

La estrategia más eficaz es el silencio. Cuando no respondes de inmediato, el interlocutor se siente incómodo. Puedes hacer preguntas de aclaración: “¿Qué quieres decir exactamente?” o “¿Por qué es importante para ti?”. Luego, guarda silencio: deja que él mismo se explique. A veces es útil posponer la discusión hasta mañana. Un conflicto necesita dos: si uno sale del juego, el conflicto se disuelve.

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