No se trata de una gran decisión consciente. La mayoría de las veces, los hombres se quedan en relaciones tóxicas por una razón simple: ignoran las pequeñas molestias emocionales que se van acumulando. No son grandes peleas, sino pequeños gestos incómodos que uno prefiere no enfrentar.
No se trata de una gran decisión consciente. La mayoría de las veces, los hombres se quedan en relaciones tóxicas por una razón simple: ignoran las pequeñas molestias emocionales que se van acumulando. No son grandes peleas, sino pequeños gestos incómodos que uno prefiere no enfrentar.
Es como tener una piedrita en el zapato. Molesta, pero sigues caminando. El camino parece prometedor, y parar se siente como una pérdida de tiempo. Pero esa piedra, con el tiempo, comienza a doler de verdad.
“¿Y qué si ella se burla de mí frente a sus amigas? Sólo está bromeando.”
“¿Y qué si él cambia de tema cada vez que hablo de lo que me molesta? Tal vez nunca lo escucharon de verdad.”
“¿Y qué si no puedo hablarle de mi enojo? Es una persona sensible. Ya entenderá.”
Así es como muchos hombres normalizan la incomodidad. Justifican, minimizan, se adaptan. Pero lo que en realidad están haciendo es perderse a sí mismos, un poco cada día.
Si una relación te está dejando una sensación incómoda una y otra vez, no lo ignores. Hay cosas que se pueden (y deben) hacer:
En relaciones superficiales (vecinos, compañeros, conocidos), simplemente no te abras demasiado. No preguntes de más, no compartas de más. No todo vínculo tiene que ser profundo.
En relaciones que importan (amistades, pareja, socios), frenar para buscar claridad emocional es clave. Pregunta sin miedo:
“¿Por qué dijiste eso? No sonó como una broma. ¿Qué sentiste realmente?”
La claridad aparece cuando las palabras coinciden con lo que sentimos. Por ejemplo: “No querías acompañarme a casa de mi madre y me dio miedo decírselo. Entonces me enojé contigo en vez de enfrentarla a ella.”
El primer conflicto en una relación nueva puede mostrarte todo lo que necesitas saber. ¿Cómo maneja la otra persona el desacuerdo? ¿La frustración? ¿La culpa? A veces, con eso basta para decidir si seguir o no.
Si alguien no está dispuesto a hablar con sinceridad, a escuchar tus emociones o a asumir sus errores, entonces ya tienes toda la claridad que necesitas. Aunque duela, es mejor saberlo temprano que vivir en la confusión.
No ignores la piedrita. No digas “no es para tanto”. Porque cada vez que callas tu incomodidad, te alejas un poco más de una relación sana.
Basado en contenido de menscult.net
A los hombres se les enseñó a “aguantar”. A ser fuertes. A no quejarse. Pero la verdadera fortaleza está en reconocer lo que te hace daño y tener el valor de ponerle límite. La claridad emocional no es debilidad: es el primer paso hacia el respeto, propio y mutuo.
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