Todo hombre conoce esa sensación cuando su estado de ánimo cae al fondo. Puede ser por muchas razones: un día difícil en el trabajo, pensamientos negativos o simplemente fluctuaciones hormonales. En esos momentos, es fácil sentir que el mundo está en tu contra.
Todo hombre conoce esa sensación cuando su estado de ánimo cae al fondo. Puede ser por muchas razones: un día difícil en el trabajo, pensamientos negativos o simplemente fluctuaciones hormonales. En esos momentos, es fácil sentir que el mundo está en tu contra. Pero es importante recordar que esos momentos son temporales y pasan. Lo clave es no dejar que las emociones tomen el control. Aquí tienes 6 pasos sencillos que pueden ayudarte a lidiar con un mal día y recuperar tu energía.
Además, asegúrate de decir lo que necesitas en ese momento. Tal vez necesites tiempo para ti mismo, o quizás un abrazo o alguien que te escuche. La honestidad ayuda a aliviar tensiones y evitar malentendidos.
Cuando entiendes lo que causó tu malestar, puedes dejar de permitir que esos pensamientos te dominen. Es como arreglar un motor para evitar el sobrecalentamiento de emociones innecesarias.
Haz lo que puedas hacer ahora mismo. Hay momentos en los que los problemas parecen tan grandes que no sabes por dónde empezar. Es difícil pensar en el futuro porque tu mente está llena de preocupaciones e incertidumbre. Para despejar tu mente, haz algo sencillo que puedas manejar de inmediato. ¿Estás cansado? Tómate una pequeña siesta. ¿Tienes hambre? Come algo. ¿Estás estresado por el trabajo? Habla con un compañero o con tu jefe. No importa cuán compleja sea la situación, siempre hay un primer paso que puedes dar. Tomar acción te ayudará a recuperar el control.
Pospone las decisiones importantes. Cuando estás molesto, no tomes decisiones importantes. Tu mente no está funcionando al 100% y puede llevarte a pensamientos radicales. Una pelea con tu pareja puede parecer el fin de la relación, y un proyecto fallido puede sentirse como un desastre. En esos momentos, es mejor dar un paso atrás y darte tiempo para procesarlo de manera racional. Espera hasta que puedas abordar el problema con una mente clara. Así evitarás tomar decisiones que puedas lamentar más tarde.
Relájate. Una vez que hayas abordado los problemas más pequeños y pospuesto los más grandes, concéntrate en calmar tu mente. Dedica tiempo a algo que absorba tu atención: meditación (10-15 minutos bastan), ejercicio físico (una caminata rápida o estiramientos), o una actividad creativa (dibujar, cocinar). La clave no es buscar una escapatoria rápida, sino restaurar tu equilibrio a través de actividades que te brinden satisfacción y te distraigan de las preocupaciones.
Si tu mente está llena de pensamientos, intenta escribirlos. Esto puede ayudarte a organizar tus emociones y reducir la sobrecarga mental. Y no olvides dormir: es una de las mejores formas de “reiniciar” tu cerebro y despejar el desorden mental.
Si los cambios de ánimo son frecuentes y abrumadores, tal vez sea útil hablar con un profesional para descubrir la causa del problema.
Cada día es una nueva oportunidad para trabajar en ti mismo, en tu resiliencia emocional y en tu armonía interior. Hay momentos en los que no puedes controlar las circunstancias externas, pero siempre puedes controlarte a ti mismo. Escucha tus emociones, aprende a entenderlas y recuerda que incluso en los momentos más oscuros, siempre hay una salida.
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