En las relaciones, existe una forma sutil de enojo que no surge de una traición o de grandes discusiones. Es una irritación profunda, oscura y pegajosa, que lo envenena todo. Miras a tu pareja y, en lugar de sentir cariño, te invade una ola de molestia por su mera existencia. Parece que sus acciones —o su falta de ellas— son un desafío deliberado. Pero la verdad es que esta ira no se trata de ellos, sino de ti mismo.
En las relaciones, existe una forma sutil de enojo que no surge de una traición o de grandes discusiones. Es una irritación profunda, oscura y pegajosa, que lo envenena todo. Miras a tu pareja y, en lugar de sentir cariño, te invade una ola de molestia por su mera existencia. Parece que sus acciones —o su falta de ellas— son un desafío deliberado. Pero la verdad es que esta ira no se trata de ellos, sino de ti mismo.
Las relaciones no se tratan solo de amor; también son un espejo en el que buscamos nuestro propio reflejo. A menudo idealizamos a nuestra pareja, atribuyéndole cualidades que puede que no tenga. Si él es un rey, entonces yo debo ser la reina del rey. Pero, ¿qué sucede cuando la corona se cae y ves a tu pareja como un ser humano imperfecto?
La irritación surge porque tu sentido interno de identidad se siente amenazado. En lugar de confiar en ti mismo, esperas que tu pareja te haga sentir importante, deseado y valioso. Cuando no anticipa tus necesidades, no respalda tus emociones o no actúa "como debería", crece un resentimiento silencioso.
El verdadero problema es la sensación de no ser: el sentimiento de que tus deseos y emociones no importan. Reprimes tu voz, aceptas cosas que no quieres y soportas situaciones que dañan tu yo interior. Con el tiempo, esto lleva a la frustración, y tu pareja, una vez idealizada, se convierte en el blanco de la decepción y las culpas.
Sin embargo, la verdad es esta: tú eres responsable de tu propia felicidad, no tu pareja. Nadie puede satisfacer tus necesidades emocionales como tú mismo.
Si no puedes crear tu propia felicidad, nadie más podrá hacerlo por ti. Deja atrás la irritación, reconecta contigo mismo y recuerda: solo una persona con un fuerte sentido de sí mismo puede amar plenamente, sin exigir salvación a cambio.
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