Estamos acostumbrados a ver el porno como un “manual de sexo”. Pero en realidad, es un truco cinematográfico, igual que saltar con una moto a través de un aro de fuego o correr por los techos de los trenes. Impresiona —sí. Funciona en la vida real —no siempre.
Aquí van nueve hábitos que parecen “normales” gracias al porno, pero que en la práctica pueden arruinar tanto el placer como la relación.
Ignorar los juegos previos
En las películas para adultos todo ocurre en tres segundos. En la vida real, el cuerpo necesita tiempo. Los juegos previos no son una “formalidad”, sino una manera de calentar motores, conectar y aumentar las sensaciones.
Olvidarse del lubricante
En el porno, el lubricante prácticamente no existe. En la realidad, la sequedad es el camino directo hacia la incomodidad y las lesiones. El lubricante no es una “debilidad”, sino puro sentido común.
Usar la saliva como lubricante
La saliva se evapora rápido y no proporciona el deslizamiento necesario. Resultado: más irritación que placer.
Considerar el sexo anal obligatorio
En los guiones porno suele ser la “tercera parte del programa”. En la vida real, el sexo anal no es un punto del menú, sino una preferencia personal. A algunos les gusta, a otros no. Y está bien así.
Alternar sexo vaginal y anal sin preservativo
En las películas lo hacen por “efecto”. En la realidad, es una violación de la higiene básica que puede causar infecciones y problemas de salud.
Terminar después del orgasmo masculino
En el porno todo gira en torno al “final” del hombre. Pero si en la cama hay dos (o más), es lógico que todos merezcan su clímax.
Cambiar de postura cada dos minutos
En cámara queda dinámico. En la vida real suele ser incómodo, corta el ambiente y convierte el sexo en un número acrobático.
Eyacular en la cara “por defecto”
Sí, a algunos les gusta. Pero el semen en los ojos puede provocar irritación y, en caso de infecciones, problemas serios. Estas cosas solo deben hacerse con consentimiento mutuo y entendiendo los riesgos.
No hablar durante el sexo
En el porno los actores “se entienden sin palabras” —porque tienen un guion. En la vida real, el diálogo es esencial: ayuda a evitar malentendidos y hace que la experiencia sea cómoda y placentera para ambos.