Estás tomando un café, pensando en la vida, y alguien comenta: “El dinero cambia a las personas”. Tú te ríes, pero en el fondo surge una duda: ¿y si es cierto?
El dinero no es solo una herramienta de intercambio. Está rodeado por un aura de poder y peligro. Si miramos los mitos y las historias de todo el mundo, vemos que la riqueza rara vez se asocia con el trabajo duro.
La riqueza suele llegar:
- Por casualidad: un tesoro encontrado, ganar la lotería, una herencia inesperada.
- A través de fuerzas sobrenaturales: acuerdos místicos en los que das algo valioso – tiempo, salud, o incluso una parte de ti mismo.
- O por medio de engaños y conquistas: lo que uno gana, otro lo pierde.
Piénsalo: en los mitos, las leyendas e incluso en la cultura popular, rara vez todos salen ganando. La riqueza casi siempre viene con un precio. Ese temor a la pérdida o la retribución está profundamente arraigado en nosotros, aunque no lo notemos.
En la vida real, esto se manifiesta de formas extrañas. Cuando obtienes más dinero del que estás acostumbrado, comienzas a preguntarte: “¿De verdad merezco esto?” O peor aún: “¿Qué perderé a cambio?”
Pero cambiemos de perspectiva. El dinero no es malo, ni es bueno. Es una herramienta. Y el miedo a él a menudo no tiene nada que ver con el dinero en sí, sino con el miedo al cambio.
A los hombres les gustan los desafíos. Y el dinero es uno de los más grandes. Requiere fuerza, claridad y control.
Así que, si temes que la riqueza te cambie, detente. No es el dinero lo que cambia a las personas. Es el miedo lo que nos hace perder el control.
El dinero no debe ser tu enemigo. Es tu herramienta para crecer. Úsala sabiamente.