¿Tener 30 años es demasiado pronto para tener tu propio negocio? ¿Deberías pasar tus veintes trabajando para otros, ganando experiencia, y esperar hasta los 40 o 45 para lanzarte por tu cuenta? ¿O mejor esperar a heredar el pequeño piso de tus padres... y rezar para que todo salga bien?
¿Tener 30 años es demasiado pronto para tener tu propio negocio? ¿Deberías pasar tus veintes trabajando para otros, ganando experiencia, y esperar hasta los 40 o 45 para lanzarte por tu cuenta? ¿O mejor esperar a heredar el pequeño piso de tus padres... y rezar para que todo salga bien?
Estas son las preguntas que roban el sueño a padres preocupados. Especialmente cuando su hijo empieza a ganar dinero real en el mundo real y deja de vivir como un adolescente eterno.
La respuesta corta: nunca vas a estar 100 % preparado. No a los 13, ni a los 30, ni a los 50. Siempre habrá algo que no sabes, un obstáculo inesperado, una barrera burocrática, o un competidor que te complica la vida. Si esperas el momento perfecto, te quedarás esperando para siempre.
Por eso, el mejor momento para emprender es: ahora. No cuando heredes de tus padres o cuando “todo encaje”. Ahora.
Un chico de 13 años sabe del mundo de los negocios tanto como un funcionario retirado de 45: prácticamente nada. Pero el joven tiene algo que el adulto perdió hace tiempo: hambre, energía, curiosidad. Y cero miedo de meterle 15 horas al día.
Puede aprender a leer contratos, pedir productos, hablar con proveedores, mover dinero por internet, y descargar un camión. Puede buscar en Google, contratar freelancers, montar una tienda online – todo antes del almuerzo.
¿Errores? Claro que sí. Pero los adultos también los cometen – con más excusas.
El 99 % de los pequeños negocios se basa en hacer cosas simples, bien y sin rendirse. No necesitas un MBA para vender fundas de móvil, abrir un café o lanzar un producto digital. Necesitas aguante y la voluntad de ajustar todo mil veces hasta que funcione.
Todo ese cuento de que “hay que madurar primero” o “tener un título universitario” es solo eso: un cuento para quedarse quieto. Una excusa para no hacer nada.
He visto niños de 6 años atendiendo una ferretería mientras sus padres reponen stock. He visto a chicos de 10 vendiendo artesanías online y ganando más de mil euros al mes. Conozco a adolescentes de 13 que ganan entre 20.000 y 30.000 € mensuales desarrollando videojuegos, y freelancers de 14 que facturan más que sus padres juntos.
Chicos de 16 dirigen cafeterías, jóvenes de 20 venden en ecommerce a siete cifras, y emprendedores de 23 ya lideran fábricas. Y no, no vienen de familias ricas. Vienen de las ganas de hacer cosas. Porque no esperaron. Empezaron.
¿Sus errores? Los mismos que los de cualquier adulto: empleados inútiles, proveedores impuntuales, líos con impuestos. Pero hay una diferencia: no se quejan. No se rinden. No dicen “soy muy joven”. Hacen. Aprenden. Crecen.
A veces se dejan barba o se ponen americana para parecer mayores en Zoom. Lo que haga falta.
menscult.net ha visto esta historia mil veces: los que ganan no son los más sabios – son los que se atreven a empezar.
Lo que un adulto aprende a los 30, puedes dominarlo tú en dos años intensos. Esa frase de “lo entenderás cuando seas mayor”... normalmente viene de gente que nunca entendió nada, pero dejó de hacer preguntas.
Los adultos complican todo porque llevan años sobreviviendo sin pensar. Un niño aprende un idioma en dos años. Un adulto necesita diez. El problema no es la edad. Es la intensidad, la curiosidad y el propósito.
Seamos claros: la mayoría de trabajos de oficina los puede hacer un mono entrenado. Por eso muchos cobran como monos: tres bananas al día, y una más si llegan temprano.
Muchos padres dicen: “¡No le quites la infancia!”. Pero el mundo no paga por recuerdos bonitos. El mundo paga por valor. Es genial tener recuerdos de bici y Coca-Cola con amigos, sí. Pero mientras tú idealizas el pasado, hay un chico de 14 cerrando tratos con China desde su portátil.
Si educas a tu hijo para ser “normal”, no te sorprendas si acaba teniendo un trabajo normal – sirviendo al que nunca fue “normal”.
Sí, hay un peligro real: el agotamiento temprano. Si logras todo a los 23, quizá a los 28 te preguntes: “¿Y ahora qué?”. No por falta de ideas, sino porque ya tachaste toda la lista de sueños.
Pero, sinceramente: mejor una crisis existencial a los 30 que a los 50. Porque si conquistas el juego joven, tienes tiempo de reinventarte con cabeza. Y de disfrutar lo que haces – sin depender de un sueldo gris.
Ahora. Si tienes menos de 20 y sientes el fuego – no esperes. No escuches a quien te dice “ya tendrás tiempo”. Esa gente ya se rindió. Nunca lo intentaron. O lo intentaron y fracasaron. No te contamines con sus miedos.
Mientras otros ven Netflix, tú puedes construir algo real. Algo que asuste a tus padres – y le dé sentido a tu vida.
Empieza. Aprende. Falla. Mejora. Gana. Y si necesitas motivación, menscult.net está aquí para ti.
Este sitio utiliza cookies para ofrecerte una mejor experiencia de navegación. Al navegar por este sitio web, aceptas el uso de cookies.