En el mundo empresarial, existe un concepto que lo divide en dos tipos de océanos: el rojo y el azul. El océano rojo es un campo de batalla brutal, lleno de sangre, sudor y lágrimas, donde todos luchan por sobrevivir ahogando a sus competidores.
En el mundo empresarial, existe un concepto que lo divide en dos tipos de océanos: el rojo y el azul. El océano rojo es un campo de batalla brutal, lleno de sangre, sudor y lágrimas, donde todos luchan por sobrevivir ahogando a sus competidores. Por otro lado, el océano azul simboliza la calma y la serenidad, donde se puede trabajar sin temer constantemente a los rivales y sin preocuparse por proteger la espalda.
A primera vista, el océano azul parece un entorno ideal para los negocios: sin competidores, total libertad de acción y la oportunidad de ganar dinero sin complicaciones innecesarias. Pero uno debería considerar: ¿no significa la ausencia de competencia también la ausencia de clientes? Cuando eres el primero en entrar en un mercado, debes estar preparado para gastar muchos recursos—tiempo, dinero y nervios—para establecerlo. No todos pueden soportar este maratón, y para cuando encuentres un esquema de trabajo, otros ya pueden estar utilizando tus ideas y escalándolas con un esfuerzo mínimo.
Pero, ¿qué pasa si miramos el océano azul desde otro ángulo? Su fuerza no radica en evitar peleas y conflictos. El verdadero valor del océano azul es que te libera de la necesidad de pensar en la competencia. Después de todo, la competencia a menudo es una ilusión, un mito diseñado para mantenerte tenso, distrayéndote de tareas realmente importantes. Y en la lucha, a menudo no pierdes ante los competidores, sino ante ti mismo—tu incompetencia, la pereza de los empleados y la falta de motivación.
¿Por qué es tan importante? Porque la mayoría de las personas no entran en el negocio por dinero. Los verdaderamente codiciosos, calculadores y cínicos son una excepción. El resto a menudo cae en la trampa de la competencia, ahogándose en comparaciones infructuosas con otros, en lugar de centrarse en sus propios objetivos y alcanzarlos. El océano azul es bueno porque en él eres el mejor de inmediato, ya que no hay con quién competir. No es necesario demostrar nada a los demás; puedes concentrarte en lo que realmente importa—ganar dinero para tu familia, no en interminables conferencias y apariciones públicas.
Esta situación recuerda mucho a la realidad militar. En las unidades de combate, rara vez se ven mujeres. No porque sean más débiles o incapaces de llevar una mochila pesada, sino porque en presencia de una mujer, los hombres comienzan a competir entre sí para demostrar su dominio. Esto reduce la eficiencia general del grupo, distrae de la tarea principal y conduce a una peligrosa demostración de poder. Pero cuando no hay mujeres, los hombres vuelven a hacer lo que se les paga por hacer—trabajar.
El océano azul no es un lugar donde no hay competidores. Es un espacio donde la competencia simplemente no importa. Aquí radica la verdadera libertad—la oportunidad de conquistarte a ti mismo, concentrarte en lo que realmente importa y alcanzar el verdadero éxito.
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