Si alguna vez has jugado a juegos de rol (RPG), conoces esa sensación: pelear por conseguir equipo épico, noches de raids sin dormir, la alegría de obtener ese ansiado drop. Pero luego llega una nueva expansión, y tu armadura legendaria se convierte en basura inútil. ¿Frustrante? Sin duda. ¿Y si te dijera que lo mismo sucede en la vida real con el dinero y las posesiones materiales?
Si alguna vez has jugado a juegos de rol (RPG), conoces esa sensación: pelear por conseguir equipo épico, noches de raids sin dormir, la alegría de obtener ese ansiado drop. Pero luego llega una nueva expansión, y tu armadura legendaria se convierte en basura inútil. ¿Frustrante? Sin duda. ¿Y si te dijera que lo mismo sucede en la vida real con el dinero y las posesiones materiales?
Recuerda tus sueños de la infancia. ¿Un set de LEGO? ¿Una bicicleta? Esas cosas tenían una magia especial: parecían inalcanzables pero increíblemente deseables. Ahora, como adultos, simplemente cambiamos el "botín": en lugar de LEGO, un smartphone caro; en lugar de la bici, un coche nuevo. Y cuando finalmente compras tu sueño, la satisfacción desaparece más rápido que la nieve en primavera. ¿Por qué?
Nuestro cerebro está diseñado para desear siempre más. Los factores sociales como la publicidad, los amigos exitosos o los influencers llamativos alimentan este ciclo. Cada vez piensas: "Lo necesito", y corres tras el siguiente "juguete". Pero aquí está el truco: cuando algo se vuelve accesible, su valor se desmorona. ¿Compraste un coche por 50.000 euros? Genial. Pero ahora ya estás mirando el modelo de 100.000. Y sigues haciendo lo mismo: ir al trabajo, solo que con un asiento más elegante.
Es un círculo vicioso: los deseos crecen, pero la esencia no cambia. Ajustamos nuestras condiciones materiales, subimos el listón, hasta quedar atrapados en el agotamiento. Cuando comprar cosas deja de traer alegría y la vida se convierte en una carrera por "mejor botín", el entusiasmo se apaga.
Con el tiempo, esto lleva a la fatiga y la apatía. Soñamos en grande, pero olvidamos una verdad simple: no se trata de lo que puedes "conseguir", sino de lo que realmente puedes apreciar.
Esto no significa que debas mudarte a una cabaña y renunciar a todo. Pero vale la pena preguntarte: ¿estás persiguiendo cosas que realmente te hacen feliz, o simplemente acumulando juguetes que olvidarás en un mes?
La verdadera epicidad en la vida no está en la cantidad de coches o gadgets, sino en valorar lo que ya tienes. Tal vez sea hora de trabajar en lo que ya funciona en lugar de correr siempre detrás de la próxima expansión. Porque eso es mucho más gratificante que las mejoras interminables solo por el estatus.
Este sitio utiliza cookies para ofrecerte una mejor experiencia de navegación. Al navegar por este sitio web, aceptas el uso de cookies.