Los emprendedores son una especie única. Ven el mundo a través del lente de las oportunidades, detectan desafíos donde otros ven obstáculos y se embarcan en proyectos que podrían parecer una locura para muchos. Sin embargo, paradójicamente, la soledad es una compañera frecuente.
Los emprendedores son una especie única. Ven el mundo a través del lente de las oportunidades, detectan desafíos donde otros ven obstáculos y se embarcan en proyectos que podrían parecer una locura para muchos. Sin embargo, paradójicamente, la soledad es una compañera frecuente.
Cuando comienzas, parece que hay muchos afines, listos para avanzar contigo. Esas reuniones te inspiran, despiertan ideas y te ofrecen apoyo. Pero, con el tiempo, te das cuenta de que encontrar verdaderos compañeros de camino es mucho más raro de lo que parecía.
La diferencia en la escala de desafíos es la clave de esta soledad. Comparar pequeños negocios con grandes empresas es como comparar pepinos en un mercado con acciones en NASDAQ. Alguien está tratando de ganar 10.000 dólares extra, mientras que otro busca mantener un ingreso de miles de millones. En ese punto, surge una brecha que no todas las relaciones pueden superar.
Mi prometida, que dirige un pequeño negocio, a menudo comparte conmigo sus problemas. Sus historias me hacen sonreír. La miro como un elefante miraría a un cachorro: con comprensión y afecto, pero a veces con cierta desconexión. Sin embargo, eso no nos impide ser una gran pareja, porque la vida no se trata solo de resolver problemas juntos, sino de estar ahí el uno para el otro.
Recuerdo mis primeros encuentros con empresarios exitosos: milmillonarios y dueños de empresas internacionales. Compartían sus experiencias, y yo absorbía sus consejos con entusiasmo. Pero para ellos, yo era como mi prometida para mí. Vivíamos en mundos diferentes.
El emprendimiento se trata de un crecimiento constante, y con ese crecimiento, tu círculo social cambia. Aquellos que no crecen contigo inevitablemente quedan en el pasado, como ropa que ya no te queda. Son reemplazados por nuevas personas: socios con quienes escalas tu negocio o pensadores que comprenden tus desafíos a nivel intelectual.
La soledad no es un castigo; es una señal de progreso. Cuanto más alto subes, más importante se vuelve la calidad sobre la cantidad en tus relaciones. Encontrar a aquellos que realmente te entienden no se trata solo de compartir el éxito; se trata de mirar juntos hacia el futuro.
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