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VIDA

No estás solo

Imagínate esto: cometiste un error. De nuevo. Dijiste algo inapropiado en el trabajo, hablaste de algo raro en una cita, o pretendiste tener todo bajo control mientras en realidad estabas al borde de la panique. Y ahí estás, sintiendo esa vergüenza familiar que te hace querer esconderte bajo tierra. Pero sabes qué es lo más importante? No eres único. Todos hemos estado ahí.

Imagínate esto: cometiste un error. De nuevo. Dijiste algo inapropiado en el trabajo, hablaste de algo raro en una cita, o pretendiste tener todo bajo control mientras en realidad estabas al borde de la panique. Y ahí estás, sintiendo esa vergüenza familiar que te hace querer esconderte bajo tierra. Pero sabes qué es lo más importante? No eres único. Todos hemos estado ahí.

Uno de los momentos más agradables e inesperados en la vida es darse cuenta de que tu experiencia negativa no es tan especial después de todo. Claro, al principio parece que nadie más ha sentido el nivel de vergüenza que estás experimentando. Pero cuando de repente te das cuenta de que otras personas, incluso aquellas que respetas y consideras exitosas, también han estado en tu lugar, puede ser realmente liberador.

Seamos honestos: todos somos a veces ridículos, vulnerables, tontos, sentimos ansiedad y cometemos errores. ¡Y eso está perfectamente bien! Este hecho es increíblemente liberador para la aislamiento que crea la vergüenza. Si no estás solo en esto, entonces quizás la vergüenza no sea tan aterradora después de todo.

Ahora imagina a otro tipo—perfecto. Nunca comete errores, nunca hace tonterías, nunca siente ansiedad o confusión. Siempre tiene el control, su rostro es una máscara de perfección. Suena genial, ¿verdad? Pero aquí está la trampa: detrás de esa fachada de perfección hay una inmensa soledad. Al fingir ser perfecto, te cierras del mundo. Porque en el fondo sabemos que estamos lejos de ser perfectos. Y en esta pretensión, la vergüenza solo se intensifica, porque en el fondo sentimos que todavía nos queda un largo camino por recorrer para alcanzar ese ideal.

Cometemos errores. Todos. Cada vez que pisas el mismo rastrillo o te encuentras en una situación absurda, recuerda: es parte de la experiencia humana común. No eres el primero en hacer algo tonto. Y definitivamente no serás el último. Mira a tu alrededor: estás rodeado de millones de hombres que también han tropezado en situaciones extrañas. Y aquí está la parte importante: esto no nos hace más débiles. Nos hace parte de algo más grande.

La terapia de grupo, las reuniones informales con cerveza o una conversación casual en el gimnasio—todo esto lleva a una conclusión: cuando compartimos nuestros fracasos, nos damos cuenta de que no estamos solos en este mundo con nuestros errores. Y esto no disminuye nuestra experiencia; lo convierte en parte de la vasta y eterna imperfección humana.

Así que la próxima vez que te castigues por otro fracaso o acto tonto, solo recuerda: no estás solo. Todos cometemos errores. Incluso aquellos que parecen inquebrantables a primera vista.

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