¿Cuándo fue la última vez que te preguntaste por qué los seres humanos necesitan dioses? No solo para lanzar rayos o asegurar una buena cosecha, sino para vigilar cómo nos comportamos. Si lo piensas, los dioses moralizantes, aquellos que exigen honestidad, amabilidad y justicia, son una invención bastante extraña. Especialmente si consideramos que durante el 99% de la historia humana, la gente vivió sin ellos.
¿Cuándo fue la última vez que te preguntaste por qué los seres humanos necesitan dioses? No solo para lanzar rayos o asegurar una buena cosecha, sino para vigilar cómo nos comportamos. Si lo piensas, los dioses moralizantes, aquellos que exigen honestidad, amabilidad y justicia, son una invención bastante extraña. Especialmente si consideramos que durante el 99% de la historia humana, la gente vivió sin ellos.
Imagínate viviendo en un pequeño grupo de cazadores-recolectores. Todos se conocen. Todos dependen unos de otros. La moral aquí no se basa en el miedo al juicio divino, sino en las relaciones personales. No robarías un trozo de carne a tu vecino porque mañana tendrás que cazar mamuts juntos. Y si robas, todo el mundo se enterará, y tu reputación quedará destruida.
¿Y los dioses en estas sociedades? Claro, existían. Pero generalmente representaban fuerzas de la naturaleza, exigían sacrificios o ayudaban en la caza. No les importaba en absoluto cómo tratabas a los demás.
Todo cambió cuando las personas comenzaron a vivir en sociedades más grandes. Aldeas, ciudades, los primeros estados. De repente, te encontrabas con extraños todo el tiempo. No los conocías y ellos no te conocían a ti. La anonimidad creó las condiciones perfectas para el engaño, la traición o el comportamiento egoísta. ¿Quién mantendría el orden?
La respuesta llegó rápidamente: un dios. Pero no el dios antiguo satisfecho con sacrificios de ovejas, sino un nuevo dios moralizador, que veía todo, incluso si te escondías tras muros de barro. Este "ojo que todo lo ve" se convirtió en una herramienta crucial para mantener el orden en sociedades masivas, donde las relaciones personales ya no funcionaban.
Esta idea aún nos influye. Incluso si eres ateo, vives en una sociedad donde las reglas morales están profundamente conectadas con el concepto de una entidad que todo lo ve y juzga. Estamos acostumbrados a la idea de que alguien o algo "por encima" debe vigilarnos. Pero como muestra el trabajo del psicólogo Ara Norenzayan, esto es simplemente una invención cultural.
La pregunta es, ¿qué vendrá después? A medida que la tecnología reemplaza a los dioses y las cámaras y algoritmos toman el control, ¿seguimos necesitando la idea de un dios moralizador? ¿O podemos, como nuestros ancestros cazadores-recolectores, reconstruir la moralidad sobre la confianza y el apoyo mutuo?
El mundo está cambiando, y los viejos "dioses" se están yendo. Pero las preguntas siguen ahí. ¿Quién te está observando?
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