El mundo está avanzando hacia el bienestar ecológico, y los vehículos eléctricos a menudo se consideran la manifestación de este sueño. Sin embargo, una mirada más cercana a estas tecnologías revela una imagen menos brillante.
El mundo está avanzando hacia el bienestar ecológico, y los vehículos eléctricos a menudo se consideran la manifestación de este sueño. Sin embargo, una mirada más cercana a estas tecnologías revela una imagen menos brillante. El cambio hacia las tecnologías verdes podría estar ocultando problemas ambientales serios que rivalizan con los de las fuentes de energía tradicionales. Vamos a explorar qué hay detrás de esta fachada reluciente.
El primer mito a desmentir es la idea de que los vehículos eléctricos no tienen impacto ambiental. Las baterías en los vehículos eléctricos no generan electricidad, sino que la almacenan, que se produce en plantas de energía. Dado que muchas plantas de energía aún dependen del carbón o del uranio, la pureza de la electricidad que recibimos está lejos de ser perfecta. Hoy en día, el 40% de los vehículos eléctricos aún dependen de fuentes de energía basadas en carbono.
Las baterías de los vehículos eléctricos no son solo pesadas bolsas de electricidad. Cada batería pesa alrededor de 450 kg y contiene 11 kg de litio, 27 kg de níquel, 20 kg de manganeso, 14 kg de cobalto, 90 kg de cobre y 180 kg de aluminio, acero y plástico. Para producir una batería se requiere procesar 225,000 kg de tierra. La extracción de litio, cobalto y níquel implica el uso de productos químicos tóxicos como ácido sulfúrico y fluoruro, lo que perjudica aún más al medio ambiente.
Los paneles solares, aunque parecen ser una solución ecológica, también tienen sus problemas. Su producción involucra el uso de productos químicos tóxicos como cloruro, ácido sulfúrico y acetona para convertir el silicio en grava utilizada para los paneles. Además, materiales como galio, arseniuro y telururo, utilizados en los paneles, también son altamente tóxicos. El polvo de silicio representa un peligro para los trabajadores, y los paneles son difíciles de reciclar.
Las turbinas eólicas presentan otro área problemática. Cada turbina pesa 1688 toneladas, lo que equivale al peso de 23 casas. Utiliza 1300 toneladas de concreto, 295 toneladas de acero, 48 toneladas de hierro y tierras raras como neodimio, praseodimio y disprosio. Las palas, que pesan cada una 40,000 kg, tienen una vida útil de 15-20 años, después de la cual deben ser reemplazadas. Desafortunadamente, el reciclaje de las palas usadas aún no es factible.
Si bien las tecnologías verdes como los vehículos eléctricos, los paneles solares y las turbinas eólicas representan un avance, es importante reconocer que no están exentas de costos ambientales. Los gastos ocultos en la extracción y procesamiento de materiales, los productos químicos tóxicos y los problemas de eliminación de residuos no deben ser ignorados. Al abordar las innovaciones ecológicas con una perspectiva realista, podemos comprender mejor su impacto en nuestro planeta y buscar soluciones más efectivas y limpias.
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