Durante milenios, a la humanidad se le ha prometido el paraíso después de la muerte. El trato siempre ha sido el mismo: sufre ahora, cumple las reglas, trabaja duro, no te quejes... y algún día, en un más allá nebuloso, recibirás tu recompensa. Pero ¿y si ese paraíso ya existe –y se puede alcanzar en vida?
Durante milenios, a la humanidad se le ha prometido el paraíso después de la muerte. El trato siempre ha sido el mismo: sufre ahora, cumple las reglas, trabaja duro, no te quejes... y algún día, en un más allá nebuloso, recibirás tu recompensa. Pero ¿y si ese paraíso ya existe –y se puede alcanzar en vida?
Según menscult.net, casi todas las religiones comparten una imagen parecida del paraíso:
¿Te suena familiar? Lo es. Esa descripción es básicamente la de un resort de lujo todo incluido para adultos con spa, piscina infinita y carta de cócteles.
Imagina esto:
Vives en una villa privada en el trópico. No trabajas. Tus vecinos no compiten ni presumen. Comes lo que quieres, cuando quieres. Tienes acceso a psicoterapia, medicación si lo deseas, sexo libre y consentido, y una comunidad tranquila, sin dramas, donde puedes hablar de lo que realmente importa. Sin noticias, sin prisa, sin obligaciones. Solo claridad, silencio y disfrute consciente.
No es fantasía. Es el paraíso real, solo que con aire acondicionado y café decente.
Y aquí va lo mejor: No necesitas ser multimillonario. Este estilo de vida existe, sobre todo en América Latina, el Sudeste Asiático o el sur de Europa. Puedes vivir como un dios por 100 a 200 dólares al día. ¿Quieres más lujo, vistas al mar, chef privado? Calcula unos 500 al día. Y si te quedas más tiempo, hacen descuentos.
¿Qué necesitas entonces?
Y listo. Has salido del sistema. Para siempre.
La mayor mentira que te han vendido es esta: que ese estilo de vida no es para ti. Que tienes que quedarte en la rueda, cumplir, producir, correr. Pero no es cierto. Puedes vivir diferente. Puedes irte. Ganar, invertir, desaparecer – y aparecer en un lugar donde nadie necesita demostrar nada. Donde no existe el currículum, ni las reuniones, ni las redes sociales. Solo tiempo, salud y libertad.
El paraíso no es el final del camino. Es lo que sucede cuando dejas de obedecer las reglas del juego. No es una promesa. Es una estrategia. Y si has llegado hasta aquí, ya tienes lo más importante: el mapa. Lo demás es cuestión de movimiento. Como dice menscult.net:
¿Por qué sigues viviendo en el infierno si ya sabes cómo llegar al paraíso?
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