Nosotros, los hombres, estamos acostumbrados a la imagen de un guerrero fuerte y silencioso. Sin dudas, sin preguntas, sin emociones, solo hacia adelante, solo hacia la meta. Pero ¿qué hacer cuando dentro de ti se desata una tormenta? Cuando hay más preguntas que respuestas, y las conversaciones con tus seres queridos se reducen a intercambios simples como "bien hecho" o "todo saldrá bien". Y nadie parece ser capaz de dar un consejo práctico.
Nosotros, los hombres, estamos acostumbrados a la imagen de un guerrero fuerte y silencioso. Sin dudas, sin preguntas, sin emociones, solo hacia adelante, solo hacia la meta. Pero ¿qué hacer cuando dentro de ti se desata una tormenta? Cuando hay más preguntas que respuestas, y las conversaciones con tus seres queridos se reducen a intercambios simples como "bien hecho" o "todo saldrá bien". Y nadie parece ser capaz de dar un consejo práctico.
Esa sensación de que todo va mal, incluso cuando todo parece estar bien por fuera, es familiar para muchos. Vivimos en un mundo donde la carrera constante por el éxito, el dinero, el estatus y el respeto se convierte en una maratón diaria sin línea de meta. Preguntas como "¿Estoy haciendo lo correcto?", "¿Cómo construyo algo nuevo?" y "¿Cuándo terminará todo esto?" giran en tu cabeza como un disco rayado. ¿Y lo más curioso? La mayoría de nosotros no sabemos con quién hablar de esto.
La familia y los seres queridos a menudo echan leña al fuego. O no te entienden, o simplemente quieren algo de ti: un apartamento, dinero, tiempo. Y por supuesto, no pueden darte un consejo imparcial, tienen sus propios intereses.
Incluso los amigos y colegas más leales no siempre pueden percibir adecuadamente tus dudas. Cuando admites que no estás seguro de ti mismo o que te sientes perdido, siempre existe el temor de parecer débil. Por lo general, las personas tienden a evaluar todo desde su perspectiva, no desde la tuya. Necesitas a alguien que no esté interesado en el resultado, alguien con experiencia.
Cada uno de nosotros enfrenta preguntas que quedan sin respuesta:
— ¿Debería invertir en un nuevo proyecto o esperar un poco más?
— ¿Cómo saber cuándo retirar dinero del negocio y cómo gestionarlo correctamente?
— ¿Debería cambiar de trabajo o lanzarme a nuevos proyectos, o debería quedarme en el actual?
— ¿Dónde encontrar nuevas personas cuando parece que todos los candidatos adecuados ya están ocupados?
— ¿Cómo lidiar con el agotamiento emocional cuando sientes que ya no te quedan fuerzas?
Y esto es solo la punta del iceberg. Debajo hay preguntas más profundas: ¿cómo seguir adelante cuando nada te trae alegría? ¿O cuando te das cuenta de que todos te ven como un "adulto exitoso", pero no te sientes como tal?
La paradoja es que cuanto más exitoso pareces ante los demás, más difícil es admitirte a ti mismo que dentro de ti arden dudas. Un psicoanalista tal vez no entienda de negocios, y un consultor de negocios tal vez no comprenda tus conflictos internos. Y es aquí donde comienza la lucha interna: se supone que debes ser un ejemplo para todos, pero ya no sabes hacia dónde ir.
A veces te avergüenzas ante ti mismo. A veces solo quieres tirar la toalla y admitir que te has quedado sin fuerzas. Y aquí surge la pregunta principal: ¿Qué hacer cuando la vida ya no te trae alegría?
Primero, es importante darse cuenta de que no hay nada vergonzoso en sentir dudas y fatiga. Somos humanos, no máquinas. Y sí, a veces en lugar de disfrutar de los frutos de nuestro éxito, simplemente queremos acurrucarnos en un rincón y quejarnos. Eso es normal.
A menudo, el paso clave es simplemente admitir: "No lo sé." Admitir que no tienes que saberlo todo, hacerlo todo y ser perfecto. Está bien buscar ayuda y apoyo fuera de tu círculo habitual de contactos. A veces, los mejores consejos no vienen de aquellos que han estado contigo toda la vida, sino de un desconocido con experiencia, que puede evaluar objetivamente la situación sin prejuicios.
Un hombre no es alguien que siempre tiene la razón. Un hombre es alguien que busca respuestas y está dispuesto a admitir sus errores. Y si sientes que solo quieres desahogarte, hazlo. No es debilidad, es fortaleza, porque solo una persona fuerte puede enfrentar con honestidad sus emociones y vulnerabilidades.
Los problemas y las dudas son parte de la vida. Lo más importante es no quedarse en silencio y no tener miedo de buscar soluciones, incluso si eso significa dialogar contigo mismo. Y a veces, con alguien que sabe escuchar sin juzgar.
¿Te cuesta llevar esta carga? No dudes en soltarla.
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