Imagina un mundo donde cada persona no sea más que un reflejo. La vida parece vibrante, las personas sonríen, conversan, pero para un narcisista todo eso no es más que decorado. ¿Por qué ver a los demás como personas, si puedes usarlos como herramientas para construir tu propia imagen perfecta?
Imagina un mundo donde cada persona no sea más que un reflejo. La vida parece vibrante, las personas sonríen, conversan, pero para un narcisista todo eso no es más que decorado. ¿Por qué ver a los demás como personas, si puedes usarlos como herramientas para construir tu propia imagen perfecta?
Un narcisista no solo se ama a sí mismo; vive en un mundo donde nadie más tiene un valor real. No siente la necesidad de otros, porque los "otros" no son individuos únicos, sino auto-objetos. ¿Qué significa esto?
Un auto-objeto no es una persona, es una función. ¿Una pareja hermosa? No es amor, es una manera de mostrar éxito. ¿Un hijo inteligente? Una herramienta para demostrar superioridad. Las personas alrededor del narcisista son como aparatos útiles para sus intereses.
Un narcisista se rodea de "superficies reflectantes". Idealiza a alguien para verse mejor. Humilla a otro para sentirse superior. Delega decisiones complicadas a su "lado oscuro" mientras él se mantiene impecable. Todo esto le ayuda a mantener una visión cómoda del mundo, donde siempre es el protagonista principal.
Pero aquí está el problema: en cuanto nota una grieta en su "espejo perfecto"—un defecto, una imperfección—se convierte en algo inútil. La devaluación ocurre al instante. ¿Para qué mantener a alguien que ya no refleja su ideal?
Todos hemos utilizado a otros para nuestras necesidades en algún momento. Es normal. Pero una persona no narcisista puede ver la humanidad en los demás, su individualidad, incluso si no le "sirve de nada". Puede estar enamorado mientras observa las imperfecciones de su pareja. Puede aceptar los deseos de otra persona, incluso si no coinciden con los suyos propios.
Para un narcisista, esto es imposible. No entiende por qué los sueños, talentos o deseos de alguien más son importantes si no tienen que ver con él.
La paradoja es que un narcisista nunca está realmente en contacto consigo mismo. Teme mirar hacia adentro porque solo encontrará vacío. Y para mejorar, primero tendría que reconocer sus propias debilidades.
Pero mientras vea a las personas como espejos, el mundo seguirá siendo para él una fría galería de reflejos.
¿La lección para todos nosotros? No conviertas a quienes te rodean en herramientas. Obsérvalos por lo que son, no solo por lo que son para ti. Porque la verdadera cercanía comienza cuando vemos a los demás como personas.
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