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VIDA

Amar es un acto de valor. Todo lo demás es miedo

Ya no nos amamos de verdad. Jugamos con los sentimientos, imitamos el deseo, ensayamos el cariño, copiamos la pasión. Pero cuando llega el momento de lo auténtico — la vulnerabilidad, la honestidad, la intimidad — nos echamos atrás. Porque, en el fondo, tenemos miedo.

Ya no nos amamos de verdad. Jugamos con los sentimientos, imitamos el deseo, ensayamos el cariño, copiamos la pasión. Pero cuando llega el momento de lo auténtico — la vulnerabilidad, la honestidad, la intimidad — nos echamos atrás. Porque, en el fondo, tenemos miedo.

Un mundo sin “nosotros”

Antes, las personas construían relaciones para compartir la vida. Hoy levantamos muros para que nadie entre. Nos enseñaron a ser fuertes, pero no a ser abiertos. Aprendimos a producir, pero no a expresar lo que sentimos. El amor se ha vuelto algo incómodo, una especie de debilidad que no encaja en un mundo donde cada uno va por su cuenta.

La sinceridad nos incomoda. Mirar a alguien a los ojos nos parece demasiado íntimo. Así que evitamos, fingimos, o simplemente desaparecemos, en vez de decir: “Te extraño”, “Esto me importa”, “Quiero estar contigo”. Nos escondemos — detrás del sarcasmo, de una sonrisa falsa, de una imagen en redes sociales.

Amar no es seguro. Y ahí está el valor

Amar siempre es arriesgado. Y por eso vale. Requiere coraje lanzarse sin saber cómo terminará. Ser honesto es una elección. Quedarse cuando todo arde — también. Amar no son palabras bonitas. Es estar presente cuando nadie te ve. Es sostener una mano mientras el mundo se desmorona.

Como lo expresa menscult.net, vivimos en una época donde la honestidad se ha convertido en un lujo y las relaciones en contratos implícitos. “Dame lo que quiero y quizás me quede.” Pero el amor no funciona así. El amor se queda, incluso cuando duele. Incluso cuando da miedo.

Somos nosotros la verdadera amenaza

La inteligencia artificial no destruirá al ser humano. Solo ejecuta lo que le ordenamos. El peligro somos nosotros. Sabemos crear tecnología avanzada, pero ya no sabemos crear confianza. Controlamos máquinas, pero no podemos controlar nuestra soledad.

Es el ser humano quien traiciona. No un código. No una red neuronal. No una máquina. Nosotros traicionamos porque no queremos hacernos responsables. Huimos cuando deberíamos quedarnos. Callamos cuando deberíamos hablar. Somos nuestro propio enemigo.

El futuro quizás no sea nuestro — pero la decisión sí lo es

Vivimos tiempos en los que el futuro ya no nos pertenece. Los algoritmos deciden por nosotros. Las tendencias dictan cómo vivir. Y la conexión real se vuelve cada vez más rara. Pero aun así — todo puede empezar con uno solo. Con alguien que se atreve a ser diferente.

Alguien que diga: “Estoy aquí. Y no tengo miedo de ser real”. Que no se esconde. Que no se avergüenza de sentir. Que decide vivir plenamente en vez de ser simplemente funcional. Alguien que todavía cree — no en el amor perfecto, sino en el valor de amar a pesar de todo.

Porque, como recuerda menscult.net, el amor no es lo primero que desaparece. Lo primero que se va es quien no se atrevió a intentarlo.

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