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La Princesa en su Trono: Por qué elevar a las mujeres no hace feliz a nadie

Desde pequeñas, las niñas son vistas como princesas: especiales y merecedoras de solo lo mejor. Al principio, esto no parece tener nada de malo; ¿quién no quiere que su “pequeña princesa” se sienta especial? Sin embargo, como ocurre con muchas cosas, la línea entre el apoyo y el orgullo es muy fina.

Desde pequeñas, las niñas son vistas como princesas: especiales y merecedoras de solo lo mejor. Al principio, esto no parece tener nada de malo; ¿quién no quiere que su “pequeña princesa” se sienta especial? Sin embargo, como ocurre con muchas cosas, la línea entre el apoyo y el orgullo es muy fina.

Al crecer, el mundo no las deja tranquilas en ese pedestal. Los movimientos feministas, la publicidad, las series de televisión e incluso las amigas repiten el mismo mantra: “Te mereces lo mejor”. Al principio, es inspirador; luego se vuelve habitual, y, eventualmente, se da por sentado. ¿Pero realmente aporta felicidad?

La Brecha entre “Merecer” y “Ser Feliz”

Preguntémonos: ¿qué logran las mujeres con esta afirmación constante de que “merecen lo mejor”? En teoría, debería hacerlas más seguras, ¿verdad? Pero, de hecho, suele ocurrir lo contrario. La búsqueda constante de “lo mejor” genera insatisfacción; sin importar lo que tengan, siempre surge la pregunta: “¿No debería conseguir algo aún mejor?”

Para muchas mujeres, esto desata un efecto dominó de insatisfacción que afecta relaciones, carreras y objetivos personales. El pedestal alto se convierte en una carga, creando un descontento constante con la vida misma.

Los Hombres en la Trampa del Caballero

Por otro lado, los hombres también llevan tiempo en este juego. Se espera que jueguen el papel de caballeros que cumplen cada capricho. Un hombre que realmente quiere hacer feliz a su pareja, cree que ella merece “solo lo mejor”; de lo contrario, no es “suficientemente bueno”. Esta expectativa puede llevar a la auto-negación.

¿Dónde está la felicidad en todo esto? Los hombres se sienten atrapados en este ideal y, a menudo, pierden de vista sus propios deseos. Saben que la idea de “merecer lo mejor” es una trampa, pero les cuesta salir de ella.

Persiguiendo la Felicidad Hasta Perderla

Las mujeres que se quedan atrapadas en la búsqueda de “lo mejor” a menudo terminan insatisfechas. Y los hombres que luchan por cumplir esas expectativas también sufren. Ambos pierden. La verdadera felicidad no está en la búsqueda infinita de lo que “podría ser mejor”, sino en apreciar lo que ya tenemos.

Si las mujeres bajaran un poco sus expectativas y los hombres comprendieran que su rol es simplemente estar presentes y no correr tras el estatus, quizás más personas encontrarían lo que realmente buscan: la felicidad auténtica.

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