Cómo ser maduro en las relaciones: El paradigma de "Suficiente"

Mantener una relación requiere más que zapatos de talla adulta o un trabajo estable con buen salario. La madurez en las relaciones es otra historia completamente distinta.

Mantener una relación requiere más que zapatos de talla adulta o un trabajo estable con buen salario. La madurez en las relaciones es otra historia completamente distinta.

Puedes encontrar tu lugar en una oficina, en tu bar favorito o en la sala de reuniones, pero eso no significa que hayas encontrado tu voz en la intimidad con alguien más.

Muchas veces, las relaciones comienzan con la actitud de "dame". Dame belleza, dame dinero, dame seguridad, dame pruebas. Esperamos que nuestra pareja nos inspire, nos haga felices, nos dé sentido, sin notar lo rápido que este paradigma se convierte en decepción. Tarde o temprano, ambos se sienten engañados: uno no recibió suficiente atención, el otro no obtuvo suficiente reconocimiento.

Leí una frase en las redes sociales: "Si tienes pareja, no tienes frío, hambre, dolor ni miedo." Parece la demanda de un bebé que aún no puede sentarse. Pero un bebé no puede sostener una relación adulta.

O tomemos otro ejemplo: un hombre se queja en un grupo: "Mi esposa ya no me inspira." Automáticamente piensas en un adolescente molesto con la consola de videojuegos que recibió el año pasado. Claro, sabe cocinar sopa instantánea, pero está lejos de la madurez.

Cuando escucho historias de verdadera intimidad, siempre me impresiona una cosa: están llenas de gratitud. No por la perfección física o por cumplir expectativas, sino por la generosidad, la paciencia y la calidez humana.

Este es un paradigma completamente distinto: el paradigma de "suficiente". Si falta algo, lo buscas y lo aportas para ambos. En lugar de exigir o resentir, creas. En este tipo de relación, no eres un consumidor, sino un co-creador.

Así es como luce un enfoque realmente maduro de las relaciones. No "dame" o "prueba", sino "construyamos esto juntos". Porque solo así puedes crear algo que no se derrumbe ante el primer golpe de la vida.