Estás seguro de que sabes contar chistes. O sea, tus amigos asienten, alguien incluso se ha reído un par de veces, así que todo está bien, ¿no? Pero seamos sinceros: si después de tus bromas hay un silencio incómodo en la habitación, como en un funeral, el problema probablemente no está en las bromas… sino en ti. Mejor dicho, en cómo las cuentas.
Estás seguro de que sabes contar chistes. O sea, tus amigos asienten, alguien incluso se ha reído un par de veces, así que todo está bien, ¿no? Pero seamos sinceros: si después de tus bromas hay un silencio incómodo en la habitación, como en un funeral, el problema probablemente no está en las bromas… sino en ti. Mejor dicho, en cómo las cuentas.
Amigo, el humor no es solo un par de palabras sueltas, un meme al azar o una ironía sarcástica. Es un arte tan fino como una hoja de afeitar. Y si no quieres ser el payaso de la noche (en el peor sentido), es hora de mirarte al espejo y admitir con honestidad: tal vez simplemente no eres gracioso.
Aquí tienes 8 razones por las que tus chistes matan el ambiente en vez de prenderlo:
Si lanzas sarcasmo a diestra y siniestra y nadie entiende que es una broma, felicitaciones: acabas de llamar idiota a un colega en su cara. El sarcasmo es un juego sutil entre el sentido y la forma de decirlo. Si no estás seguro de que la otra persona lo capte, mejor cállate.
Los memes son como el pan: frescos son geniales, los de ayer aún sirven, los de antes de ayer hay que tirarlos. Los chistes basados en tendencias viejas de internet generan más lástima que risa. Sé como un comando especial: mantente actualizado y actúa en el momento justo.
Si te burlas de todos pero te tomas demasiado en serio a ti mismo, no eres humorista, eres un arrogante. Saber reírte de ti mismo es señal de seguridad y fortaleza. Si no, todo tu humor se vuelve crítica tóxica.
Sí, te gusta el “humor negro”. Pero lo que hace reír en una sauna de hombres puede chocar en la oficina o en la cena con tu suegra. Los chistes sobre religión, raza, género o enfermedad son minas. Evítalas, especialmente con gente que no conoces bien.
Ser gracioso no es solo soltar la frase final. Es contarla de modo que el oyente espere el remate con una sonrisa. Voz monótona, cero emoción y relato aburrido matan hasta la mejor idea. Trabaja en tu voz, lenguaje corporal y, por Dios, en tu energía.
¿Repites chistes de chats? ¿Cuentas anécdotas de “Comedy Club” en la reunión de la mañana? Lo siento hermano, no eres humorista. Eres un transmisor. Y eso es triste. La originalidad es tu mejor aliada. Aprende a ver lo gracioso en la vida, no en el TikTok de otros.
Si tartamudeas, murmuras o pareces querer desaparecer mientras cuentas un chiste, relájate. La inseguridad mata cualquier comedia. La gente lo siente y en vez de reírse sienten vergüenza ajena.
Un chiste sobre una noche loca en Las Vegas en una reunión de trabajo? Desastre total. Sobre una “secretaria sexy” con tu esposa presente? Fatality. El contexto lo es todo. Evalúa a tu público. A veces es mejor callar que soltar un chiste malo y luego tener que disculparte con el jefe o los amigos.
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