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VIDA

¿Por qué no elegimos y qué hacer al respecto?

Vivimos en un mundo donde se cree que nuestra vida es el resultado de las elecciones que hacemos. Es algo tan obvio que nadie lo cuestiona. Por supuesto, a dónde vamos, qué comemos, con quién estamos, dónde trabajamos—todo eso parece ser nuestra elección, ¿verdad?

Vivimos en un mundo donde se cree que nuestra vida es el resultado de las elecciones que hacemos. Es algo tan obvio que nadie lo cuestiona. Por supuesto, a dónde vamos, qué comemos, con quién estamos, dónde trabajamos—todo eso parece ser nuestra elección, ¿verdad?

No, no es verdad.

En realidad, en el 99% de los casos, no tomamos una decisión real. ¿Por qué? Porque tenemos miedo y dudas. Esto nos lleva a otro mito, mucho más peligroso: evitar decisiones que no nos gustan nos protegerá de los riesgos y las consecuencias negativas.

Pero la vida no funciona así. Es como intentar detener un río: sigue fluyendo. Cuando nos negamos a decidir, estamos realmente cediendo el control de nuestras vidas a las circunstancias externas. Básicamente, nos decimos: "No quiero dirigir mi vida conscientemente. Prefiero que el azar decida por mí. Seré un barco sin remos ni velas en un océano tormentoso."

¿Qué sucede entonces?
En lugar de ser el autor de nuestra historia, nos convertimos en alguien que simplemente reacciona a todo. Matar moscas en lugar de trazar un rumbo. No construimos nuestra vida, simplemente respondemos a lo que nos cae encima.

Y luego, inevitablemente, surge la pregunta: "¿Por qué mi vida no funcionó?" ¡Es culpa de las circunstancias! Todo a nuestro alrededor es tan injusto, difícil y hostil.

Pero aquí está la verdad: las circunstancias nunca son malas.
Son neutrales. Gloriosamente indiferentes. Un ladrillo que cae no te odia. Simplemente cae. Su indiferencia es comparable solo con la serenidad iluminada de Gautama Buda.

Y entonces, en los momentos finales, cuando nuestra conciencia se desvanece, escuchamos una voz lejana. Habla con un toque de ironía:
"Bueno, esta vez casi un 2%..."

Y justo antes de que todo se apague, un último pensamiento atraviesa nuestra mente:
"Todo esto era cierto."

Pero el arrepentimiento ya no nos alcanza.

¿Qué hacer?

Deja de vivir en piloto automático. Cada día presenta elecciones, incluso si te asustan. Pregúntate: "Si no ahora, ¿cuándo?"

Recuerda: no tomar una decisión también es una decisión. Pero no será tuya; será de las circunstancias.

Sé el autor de tu destino.

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