Escuchamos a menudo sobre el egoísmo: esa sensación cuando alguien quiere mostrarle a todos lo superior que es. Pero la autoestima es otra historia. La diferencia es fundamental, y aquí te explico por qué.
Escuchamos a menudo sobre el egoísmo: esa sensación cuando alguien quiere mostrarle a todos lo superior que es. Pero la autoestima es otra historia. La diferencia es fundamental, y aquí te explico por qué.
Cuando haces algo para ti mismo, simplemente para sentirte mejor, eso es autoestima. Imagina, por ejemplo, trabajar en una computadora limpia y elegante que te gusta. No porque quieres que todos noten tu nuevo dispositivo, sino porque te da una sensación de orden y comodidad interna. Eso es respeto propio, incluso si nadie más lo ve.
Sin embargo, el egoísmo se manifiesta cuando alguien actúa buscando la atención de los demás. Comprar un nuevo Mac, ir a una cafetería, y desplegarlo para que todos piensen qué genial eres, o elegir marcas, coches, símbolos de estatus solo para obtener reacciones de los demás. Este comportamiento no tiene nada que ver con el valor propio, ya que no viene de adentro.
Piensa en la teoría de las ventanas rotas. Una pequeña cosa —un teclado sucio, una taza rota— puede parecer poco importante. Pero poco a poco, paso a paso, comienza el caos. Finalmente, puedes descubrir que, en lugar de tu espacio favorito, hay desorden, un escritorio polvoriento, ropa desordenada y una esquina llena de cosas. Las pequeñas cosas se suman, y no queda lugar para el respeto propio.
La autoestima es hacer algo por ti mismo para sentirte digno. Requiere cuidado personal y atención a los detalles. Ahí es donde comienza el verdadero respeto propio.
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