Hay algo extraño con lo que muchos luchan: el miedo a hacer preguntas. Y no cualquier pregunta, sino aquellas cuyas respuestas podrían ser incómodas o incluso dolorosas.
Hay algo extraño con lo que muchos luchan: el miedo a hacer preguntas. Y no cualquier pregunta, sino aquellas cuyas respuestas podrían ser incómodas o incluso dolorosas. Por ejemplo:
En estas situaciones, a menudo tenemos miedo de alterar el equilibrio en una relación. Sentimos que solo preguntar podría arruinar todo. Entonces, ¿qué hacemos? Nos callamos, nos atormentamos, esperamos, y seguimos girando en un ciclo interminable de incertidumbre.
Pero aquí está la ironía: el miedo a preguntar es la mejor señal de que necesitas hacer esa pregunta.
Cuando finalmente lo haces, obtendrás uno de tres tipos de respuestas:
Cualquiera de estas respuestas es mejor que quedarse callado. ¿Por qué? Porque ya no estarás perdiendo tiempo en falsas esperanzas.
Ahora piensa: ¿realmente necesitas un compañero (en la vida, en los negocios o en el trabajo) con quien no puedas hablar de temas importantes? Claro que no.
Por eso, siempre es mejor abordar los problemas directamente, incluso si es incómodo, que ver cómo todo se desmorona, desperdiciando tu tiempo y esfuerzo.
La verdadera fortaleza de un hombre radica en su directa claridad. ¿Tienes miedo de preguntar? ¡Solo hazlo!
Recuerda: una mala respuesta siempre es mejor que ninguna respuesta. Porque te libera para dar tu próximo paso hacia adelante.
No temas las preguntas incómodas. Lo único que debes temer es la incertidumbre, tu mayor enemigo.
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