A menudo escuchamos que la vida es una lucha, llena de responsabilidades rutinarias y una carrera constante por el éxito. Pero, ¿y si detrás de todo esto hay algo más grande? ¿Y si bajo la superficie, hay un fuego que arde dentro de nosotros, listo para encenderse y cambiar nuestras vidas para siempre?
A menudo escuchamos que la vida es una lucha, llena de responsabilidades rutinarias y una carrera constante por el éxito. Pero, ¿y si detrás de todo esto hay algo más grande? ¿Y si bajo la superficie, hay un fuego que arde dentro de nosotros, listo para encenderse y cambiar nuestras vidas para siempre?
Cada uno de nosotros lleva este fuego —una llama interna que nos impulsa a alcanzar nuevas alturas, a expandir nuestras posibilidades y a llegar a horizontes inexplorados. Aunque la sociedad nos enseña a ser cautelosos, a contenernos y adaptarnos constantemente, algo dentro de nosotros no nos deja descansar. Es una sed de vida que no solo exige sobrevivir, sino que busca crecimiento, libertad y un cambio continuo.
El cambio es inevitable, como el ciclo del día y la noche. Pero, ¿por qué nos asusta tanto? La respuesta es simple: tememos perder el control. El cambio siempre es una incógnita, y nos obliga a salir de nuestra zona de confort. Cuando a nuestro alrededor se abre un espacio para el crecimiento, a menudo cerramos los ojos por miedo a dejar lo conocido y dar un paso hacia lo incierto.
Sin embargo, es este mismo miedo al cambio lo que construye una barrera que nos impide vivir una vida plena. Comenzamos a construir estructuras estables a nuestro alrededor, tratando de contener nuestra esencia en ellas. Pero el fuego dentro de nosotros no reconoce la estabilidad —exige libertad, movimiento y transformación. Y esto no es malo. Esto es la vida. Vida real, vibrante y ardiente.
El fuego que tememos en realidad somos nosotros. No solo destruye lo antiguo, sino que también crea lo nuevo. En esta danza, en este cambio constante, encontramos nuestra verdadera identidad. Vivir de verdad es cambiar constantemente, encontrando fuerza y confianza en el caos de la transformación. Una vez que aceptamos este fuego, dejamos de temerlo y comenzamos a seguir su ritmo, experimentamos la verdadera dicha.
Pero, ¿cómo encendemos este fuego? La respuesta es simple: deseos y necesidades. Son el combustible para el fuego de la vida. Vivir significa desear, anhelar, moverse hacia adelante. No podemos existir sin deseos, de la misma manera que el fuego no puede arder sin combustible. Entender nuestras verdaderas necesidades es el primer paso para vivir una vida plenamente. Cuanto mejor comprendamos lo que necesitamos, más brillante y ardiente será nuestra llama interior.
Entonces, ¿qué debemos hacer? ¿Debemos huir del fuego e intentar apagarlo? ¿O, por el contrario, aprender a vivir dentro de él? La respuesta es clara: debemos permitirnos ser quienes somos —fuego, en constante movimiento, cambiando, infinito. Deja de temer el cambio y busca el crecimiento. Vive, desea, sé libre.
La vida no es estabilidad. Es un baile constante, donde tú marcas el ritmo, permitiendo que tu fuego interior te guíe en el camino que revelará todas tus posibilidades.
Así que enciende ese fuego. Que la llama dentro de ti nunca se apague.
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