Hay algo más íntimo que el sexo. Es la confianza que abre las puertas a las profundidades del alma de otra persona. Cuando ella, sin vergüenza, te cuenta historias que aún la hacen sentir avergonzada, eso es confianza. Cuando comparte contigo sus miedos, aquellos que la mantienen despierta por las noches, eso es confianza.
Hay algo más íntimo que el sexo. Es la confianza que abre las puertas a las profundidades del alma de otra persona. Cuando ella, sin vergüenza, te cuenta historias que aún la hacen sentir avergonzada, eso es confianza. Cuando comparte contigo sus miedos, aquellos que la mantienen despierta por las noches, eso es confianza.
Ella te muestra la cicatriz en su frente, un recuerdo de juegos infantiles y del dolor cuando su cabeza se encontró con el radiador. En esos momentos, no solo ves a una mujer, sino a una persona con un pasado, emociones y vulnerabilidades. Y eso es mucho más que solo intimidad.
La conoces de una manera que nadie más lo hace: en un divertido pijama con ositos de peluche cuando está en casa. En ese momento, no es la dama estricta en tacones, sino quien realmente es. En esos pequeños detalles, se revela la verdadera cercanía, no física, sino emocional.
Cuando te deja ver sus lágrimas, su enojo y su debilidad, te conviertes en testigo de algo mucho más valioso que solo la pasión. Es el momento en que una persona se abre completamente a ti, sin dejar nada detrás de las escenas.
Pero muchos hombres nunca conocerán esta profundidad, contentos con solo la superficie. Porque la verdadera intimidad es más que solo lo físico. Es la unión de dos almas, desnudas una frente a la otra, confiando completamente y sin reservas.
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