Desde pequeños vivimos en un mundo de historias. Hace mucho tiempo, en la prehistoria, nuestros antepasados, cazadores y recolectores, contaban historias de valientes guerreros y héroes desinteresados. Estas historias cumplían un rol importante: formaban a los miembros de la tribu, mostrando cómo debía ser una “persona adecuada”. En la tribu, no te valoraban por ser quien realmente eras, sino por ajustarte a ciertos estándares: altruista, protector, héroe. Aquellos que no encajaban en esta imagen pronto se convertían en marginados, y su destino era a menudo trágico.
Desde pequeños vivimos en un mundo de historias. Hace mucho tiempo, en la prehistoria, nuestros antepasados, cazadores y recolectores, contaban historias de valientes guerreros y héroes desinteresados. Estas historias cumplían un rol importante: formaban a los miembros de la tribu, mostrando cómo debía ser una “persona adecuada”. En la tribu, no te valoraban por ser quien realmente eras, sino por ajustarte a ciertos estándares: altruista, protector, héroe. Aquellos que no encajaban en esta imagen pronto se convertían en marginados, y su destino era a menudo trágico.
Hoy, la tribu no ha desaparecido. Ha evolucionado y ha adoptado nuevas formas. Nuestra sociedad sigue contándonos historias sobre quiénes debemos ser. La diferencia es que ahora estas historias no provienen de los ancianos junto al fuego, sino de las redes sociales, el cine, las revistas y los noticieros. Nos hacen creer que existe un “yo” ideal al que todos debemos aspirar. Debemos ser exitosos, bellos, atléticos, productivos y, por supuesto, felices. Pero, ¿es realmente cierto?
Ahora estamos bajo la presión de la propaganda tribal neoliberal. Las historias nos convencen de que el héroe moderno es una persona que tiene éxito en todo. Está en su mejor forma física en el gimnasio, cierra acuerdos millonarios en el trabajo y por la noche es el compañero o padre perfecto. Empezamos a encarnar esta imagen, intentando cumplir con ella, y cuando fallamos, nos castigamos.
¿Cuántas veces has comparado tu vida con las historias de los demás? ¿Has visto fotos de vacaciones de conocidos y sentido envidia? ¿Leído historias de éxito, y una voz interna te susurró: “No eres lo suficientemente bueno”? Todo esto forma parte del mismo escenario tribal que busca controlarnos, obligándonos a ajustarnos a las expectativas de otros.
El problema es que esta imagen heroica es irreal. La enfrentamos todos los días: en el gimnasio, en el trabajo, e incluso en nuestra vida personal. Tratamos de ser el héroe que lo hace todo, que puede con todo y siempre está satisfecho con la vida. Pero, ¿qué sucede cuando no alcanzamos este ideal? Empezamos a odiarnos a nosotros mismos. Perdemos la confianza, caemos en la depresión y, a veces, esto conduce a consecuencias aún más devastadoras: la autodestrucción.
La propaganda tribal nunca te dirá que estos estándares son una mentira. Nadie está obligado a ser un héroe. Nadie tiene que estar siempre en su mejor versión, en todos los sentidos. Aceptar la propia imperfección es el primer paso hacia la libertad.
El principal error de la propaganda tribal es la creencia de que solo existe un camino correcto. En realidad, no hay “héroes correctos” ni personas perfectas. Solo somos lo que somos. Somos únicos en nuestra individualidad, y nuestro valor no reside en cómo cumplimos las expectativas de los demás, sino en ser nosotros mismos.
Comprender que la propaganda solo dicta normas te libera de la presión. Ya no necesitas intentar ajustarte a un ideal falso. No necesitas sentirte culpable por no ser el mejor atleta o el empresario más exitoso. Es importante dejar de ser prisionero de las historias de los demás y comenzar a escribir la tuya propia, una historia sin héroes ni villanos, solo tú, real, vivo, con tus errores, logros y alegrías.
El primer paso es darse cuenta de que no necesitas ser un héroe. Deja de comparar tu vida con las historias de los demás. Cada persona sigue su propio camino, y el tuyo no es una copia del de otro. Cuando dejes de perseguir los estándares impuestos, encontrarás tu propia felicidad. No significa renunciar a aspiraciones y sueños, sino dejar de perseguir las imágenes ajenas y comenzar a escucharte a ti mismo.
Así es como nos liberamos de la dictadura de la propaganda tribal y comenzamos a vivir nuestras propias vidas. Una vida en la que no necesitas ser un héroe para ser feliz.
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