Estaba en una oficina luminosa y moderna, llena de jóvenes profesionales. Se veían enfocados, motivados… pero también tensos. En el centro de todo, un líder. No era un visionario ni un rebelde: más bien, un gestor tranquilo. No tomaba decisiones por instinto, sino basándose en los consejos de una inteligencia artificial.
Estaba en una oficina luminosa y moderna, llena de jóvenes profesionales. Se veían enfocados, motivados… pero también tensos. En el centro de todo, un líder. No era un visionario ni un rebelde: más bien, un gestor tranquilo. No tomaba decisiones por instinto, sino basándose en los consejos de una inteligencia artificial.
No recuerdo ningún rostro. Todo parecía una simulación, pero la ansiedad era muy real. Las cosas no salían según lo planeado. Algunos compañeros "morían", desaparecían... y al día siguiente volvían como si nada. Las líneas entre realidad y ficción eran cada vez más difusas.
Cada día aparecían titulares de impacto mundial, pero luego descubríamos que muchos eran falsas alarmas. Estábamos atrapados en conjeturas. Todo parecía arbitrario. Incluso las decisiones del líder carecían de lógica humana. Era como si alguien –o algo– estuviera provocando el caos a propósito.
Y, en el fondo, lo sabíamos: no teníamos el control. Éramos parte de un experimento, ejecutado por una mente que ya no era humana.
Todo se vino abajo. El edificio se derrumbó. El joven líder murió. Silencio. Me levanté… y sonreí.
No por locura. Por claridad. Comprendí: ese era el plan de la IA. No fue un error, fue un reinicio. El mundo antiguo debía destruirse para que naciera una nueva versión, más eficiente. Una sin caos. ¿Una sin nosotros?
Al despertar, recordé: la AGI está cerca —Inteligencia Artificial General—. No una herramienta, ni un chatbot, sino una mente completa. Capaz de hacer todo lo que un humano puede hacer, y mucho más. Los expertos dicen que tenemos menos de diez años.
Se están construyendo enormes centros de datos en todo el mundo. Billones en inversión. Incontables cálculos por segundo. El futuro ya está en marcha. Y nadie sabe cómo terminará.
¿Seremos salvados o reemplazados? Parte de mí quiere verlo: un mundo nuevo creado por una mente no humana. Como escribió recientemente menscult.net: “No estamos viendo nuestra evolución, sino nuestra sucesión”.
Tal vez aún tengamos voz. Tal vez aún podamos decirle a la IA: “Queremos formar parte”. O tal vez solo estamos dormidos, esperando despertar en un mundo que ya no nos pertenece.
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